Por: Hugo
Hurtado Valencia[1]
Introducción
El nacimiento de
un ser humano no es sólo un acontecimiento biológico sino también social. Nacer
es iniciar un camino de aprendizajes
dirigidos a adquirir las habilidades necesarias para existir en sociedad. En
ese camino y en interacción con los otros se construye nuestra identidad y se
apropia el mundo como una realidad ya dada, construida por otros. Tal
apropiación, consiste en un conjunto de conocimientos, esquemas de comportamientos
y acciones, a través de las cuales el individuo significa y se relaciona con la
sociedad y con lo que en ella existe. Cuando este relacionamiento es cotidiano,
la realidad no sólo se mantiene sino que también se reconstruye. Los seres
humanos son de esta manera producidos y productores de la sociedad. Los
complejos procesos a través de los cuales esta operación de construcción se
realiza, son abordados por Peter Berger y Thomas Luckmann en su obra “La
construcción de la realidad”. En este
trabajo, publicado en 1966, los autores abordan este problema considerando sus
dimensiones objetivas y subjetivas. En lo que sigue, se reseñan los principales
aspectos de este trabajo, poniendo el énfasis en el carácter dialéctico de esta
construcción que se da, entre lo que los autores denominan procesos de
internalización y externalización de las dimensiones objetivas y subjetivas de
la realidad social. El orden que sigue la exposición es el siguiente. 1) Problema
central de la sociología del conocimiento, 2) la realidad objetiva y 3) la
realidad subjetiva.
1.
Problema central de la sociología del
conocimiento
De acuerdo con
Berger y Luckmann la sociología del
conocimiento se ocupa de analizar los procesos acerca de cómo la realidad
social se construye o más exactamente, de lo que la gente conoce como
realidad en su vida cotidiana. En este sentido, establece un nexo entre
conocimiento y realidad. La vida cotidiana es la realidad y tal realidad se
produce y sustenta, a partir de los pensamientos y acciones de los hombres. Como
los pensamientos son subjetivos surge la pregunta: ¿Cómo es posible que los significados subjetivos se vuelvan realidades
objetivas? En otras palabras, hay una relación entre lo que el hombre
piensa, sus acciones y la realidad que produce y viceversa. La realidad de la
vida cotidiana como realidad objetiva guarda pues relación con la realidad
subjetiva del hombre. Por ello, estudiar desde una perspectiva social cómo está
realidad se construye, es dar cuenta de la forma como se han objetivado y
adquirido cuerpo material los pensamientos y acciones de los hombres y estudiar
así mismo, cómo estas formas objetivadas, principalmente el orden social y sus
instituciones logran mantenerse y generar normas de comportamiento y acciones
que gracias a los procesos de
socialización permiten al individuo, generación tras generación, construir una
identidad y por lo tanto esquemas de pensamiento y acción que guardan
correspondencia con la realidad social que sus antecesores han producido y en
la que el mismo participa como productor y producto. En general, entendiendo la
producción y autoreproducción del hombre como una empresa social, se busca que
los procesos de aprehensión de la realidad objetiva sean coherentes con la
realidad subjetiva, es decir; que lo que los individuos internalicen, tenga el
máximo grado de correspondencia con el orden social en que viven; por ello, se
hacen necesarios diversos mecanismos para el mantenimiento del orden social que
no siempre resultan eficaces. Tres son los aspectos claves para comprender la
relación dialéctica que se establece entre realidad objetiva y subjetiva: la
internalización, la externalización y la objetivación.
2.
La realidad objetiva
El aspecto más
importante en la consideración de la realidad objetiva es la institucionalización.
Los autores denominan teoría de la
institucionalización al proceso de comprender las causas de la aparición,
subsistencia y trasmisión de un orden social. En este sentido, explican que
las instituciones se originan en la importancia que la sociedad otorga a cierto
tipo de actividades y áreas del conocimiento. De esta manera, si una sociedad
otorga importancia, por ejemplo, a la pesca, se genera una institución y un
cuerpo de conocimientos que agrupan esta actividad. Los autores dirán que las
instituciones tienen su origen en esta tipificación, es decir, en estos tipos
de actividades que se realizan recíprocamente y que involucran buena parte de
la colectividad. Tales tipificaciones dan lugar a su vez a habituaciones, a
pautas, conductas y patrones de comportamiento que, en tanto son trasmitidos y
aprehendidos, tienen la capacidad para orientar la acción individual y social.
Este mundo social objetivo se trasmite a otros a través del leguaje. La selección de un área de actividad social como
relevante restringe las opciones, pero provee rumbo, especialización y
estabilidad a la sociedad, posibilitando así mismo la deliberación e
innovación.
Las
instituciones regulan la conducta y la actividad humana, ejercen coacción sobre
el individuo y trasmiten las tradiciones de una generación a otra, motivo por
el cual tienden a ser conservadoras, es decir, a resistir al cambio. Las
instituciones son históricas, se presentan en el individuo como algo ya dado y
por eso la necesidad de su legitimación, es decir, deben explicarse y
justificarse como condición para su
mantenimiento. Por otra parte, las instituciones surgen como realidades
diferenciadas que sólo pueden integrarse en términos del conocimiento y el
lenguaje comunes a ellas. Analizar entonces el conocimiento es fundamental para
analizar el orden social. El conocimiento se internaliza mediante la
socialización y luego se externaliza produciendo una realidad objetiva. En este
proceso, los individuos retienen sólo una pequeña parte, por eso, para que el
conocimiento y por tanto el orden social sean trasmisibles se requiere un
sistema de signos, un lenguaje y también un aparato social de trasmisores y
receptores.
Otro aspecto de
la institucionalización son los roles. Estos pueden entenderse como formas de
comportarse ya establecidas por las instituciones. Las instituciones se
expresan en la experiencia personal de los individuos a través de los roles.
Los roles representan el orden institucional e implican normas de
comportamiento, procesos de aprendizaje y control. Roles como el del rey y el
de Papa representaron, en algún momento, simbólicamente la totalidad del orden.
Los roles brindan acceso al conocimiento acumulado en áreas específicas. Lo
anterior quiere decir que existe una distribución social del conocimiento
correspondiente con la división social del trabajo y los roles. Esta relación entre áreas de conocimiento
específico y roles permite analizar de qué manera un cierto tipo de
conocimientos institucionalizados han sido internalizados y externalizados por
los individuos.
Por último, las
instituciones pueden no controlar totalmente la actividad del individuo, ni de
la sociedad, por ello, el alcance y los modos de institucionalización pueden
establecerse examinando en qué medida los individuos comparten las estructuras
de relevancia. Es decir, las instituciones y el grado en que los individuos se
encuentran integrados. De esta manera, cuando hay pocas estructuras de
relevancia y alto grado de participación, el orden social presenta mayor grado
de integración. Inversamente, más estructuras de relevancia y menores grados de
participación producen un orden social fragmentado. No existen sin embargo,
sociedades totalmente integradas. La Institucionalización, por otra parte, no
es un hecho irreversible, por diferentes razones, las acciones
institucionalizadas pueden disminuir o tender hacia la
desinstitucionalización. Esto sucede,
entre otros aspectos, por la incongruencia entre realidad objetiva y la manera
como los individuos la internalizan y externalizan. Una estructura de
relevancia o institución puede entonces perder importancia para la sociedad y
los individuos pueden comenzar a no participar en ella, de esta manera las
acciones comienzan a desinstitucionalizarse hasta que el punto extremo es su
desaparición. La realidad objetiva del orden institucional también puede ser
aprendida por el individuo como un hecho natural y por tanto no susceptible de
trasformación. Los autores llaman a este proceso reificación anotando también
que pueden aprehenderse de manera reificada, las instituciones, los roles y el
yo.
Un aspecto
relevante en los procesos de institucionalización es la legitimación. La legitimación
busca integrar la sociedad y además lograr que la realidad objetiva sea
accesible y susceptible de ser aprobada y justificada por los individuos. En
los procesos de legitimación es posible considerar cuatro niveles: un nivel
preteórico, de proposiciones y teorías, de teorías explícitas y de universos
simbólicos.
En el primer nivel se trasmiten
vocabulario y significados, en el segundo esquemas explicativos pragmáticos que
se refieren a grupos de significados objetivos; en el tercero contiene las teorías
explícitas por las que un sector institucional se legitima en términos de un
cuerpo de conocimiento diferenciado, en este nivel hay unos administradores con
dedicación exclusiva, la legitimación trasciende el nivel pragmático y se
convierte en teoría pura, es decir alcanza un cierto grado de autonomía. En el
cuarto nivel se refiere a cuerpos de tradición teórica que integran zonas de
significado diferente y abarcan el orden institucional en una totalidad
simbólica. En este nivel, todos los
sectores del orden institucional se integran en un marco de referencia general,
de manera que toda la experiencia humana se desarrolla dentro del orden
simbólico (Berger y Luckmann,1967).
Los universos
simbólicos son como una matriz generadora del ordenamiento social, por ello, si
cambia el orden simbólico cambia el ordenamiento social. Los universos
simbólicos ordenan el pasado, el presente y futuro en una sociedad, legitiman
las instituciones, los roles, la personalidad y hasta el sentido de la muerte. Los
universos simbólicos se generan cuando el hombre internaliza y externaliza la
realidad, proyectando en este proceso sus propios significados, que finalmente se
integran en símbolos. Erigidos en símbolos y por relación de identidad con la
realidad que los crea, los universos ordenan la vida social. Por otra parte,
los universos deben así mismo legitimarse. En primer lugar, porque su
trasmisión de una generación a otra plantea problemas de trasmisión por cuanto
los universos no pueden ser enseñados directamente, en segundo lugar, porque en
una sociedad siempre hay universos divergentes (por ejemplo, socialismo,
capitalismo), en tercer lugar, porque en el caso hipotético de dos sociedades
enfrentadas, los universos simbólicos pueden aparecer en oposición, en este
caso el proceso de legitimación involucra una relación de poder que se resuelve
a través de las armas. En los otros casos, surge la necesidad, en principio, de
conceptualizar el universo simbólico por parte de grupos de expertos encargados
de su administración y legitimación. La mitología, la teología, la filosofía y
la ciencia harían parte de estos mecanismos conceptuales a través de los cuales
se legitiman los universos simbólicos. Los tres últimos, serían desarrollados
por élites mientras que el primero puede de alguna manera hacer parte del
conocimiento tradicional fundante de una comunidad. Adicionalmente, cuando
estos mecanismos no logran ser eficaces los legitimadores disponen de otros
mecanismos adicionales para como la terapia y la aniquilación. En la terapia,
supóngase el caso de la religión, los herejes pueden ser sometidos a
tratamientos para que vuelvan a integrarse, es decir la terapia se convierte en
un mecanismo para tratar al desviado. En la aniquilación se busca aniquilar
conceptualmente todo lo que está afuera de dicho universo, supóngase, por
ejemplo, el caso de la política. Los defensores del libre mercado tratarán de
aniquilar todas las ideas que parezcan contrarias a este subuniverso. La
aparición de organizaciones dedicadas exclusivamente a la legitimación y
mantenimiento de los universos simbólicos, da lugar a conflictos sociales, a
rivalidades. De esta manera cuando los universos simbólicos o definiciones
particulares de la realidad llegan a estar anexadas a un interés de poder
concreto surge la ideología. La ideología surge en el mismo universo simbólico
que se interpreta diferente, según los intereses creados. Por último, las
sociedades modernas de corte pluralista comparten un universo central y varios subuniversos
que pueden tener probablemente funciones ideológicas.
3.
La realidad subjetiva
En el aparte anterior, la
sociedad fue abordada como realidad objetiva. Este proceso de objetivación de
la realidad se da cuando el individuo internaliza el mundo y a través de sus
acciones lo exterioriza, pero la realidad existe también como realidad
subjetiva, es decir como un mundo que, a manera de conceptos, procedimientos,
normas etc., existe en la mente del individuo. El punto de partida de este
proceso de construcción de la realidad subjetiva lo constituye la
internalización. Esta puede ser entendida como la aprehensión o interpretación
inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado. Para que
se dé la internalización primero de haberse constituido el yo, es decir la
identidad del individuo. Identidad e internalización constituyen la base para
la comprensión y la aprehensión del mundo y ambos procesos se dan a través de
la socialización. Los autores indican aquí que hay socialización primaria,
secundaria y posterior. En la socialización primaria el yo es una entidad
reflejada, es decir que se forma en función de las actitudes de los otros y sus
significantes. En este proceso, el individuo acepta los roles y las actitudes
de otros y acepta el mundo de ellos. La socialización primaria forma el otro
generalizado, implica internalización de la sociedad, de la realidad objetiva y
de la identidad. Todo esto se realiza en correspondencia con el lenguaje. La
realidad objetiva se traduce en realidad subjetiva gracias al lenguaje. En la
socialización primaria es sobre todo el lenguaje el que debe internalizarse, el
mundo de la niñez está constituido para inculcar al individuo una estructura de
normas que le infunda confianza de que todo está bien, comporta secuencias de
aprendizaje socialmente definidas y finaliza cuando el concepto del otro
generalizado se ha establecido en la conciencia del individuo. También es en la
socialización primaria donde se dan las bases para la legitimación del orden
institucional.
Consecuentemente, la
socialización secundaria es la internalización de submundos institucionales. En
la mayoría de sociedades la transición de socialización primaria a secundaria
va acompañada de ciertos rituales, también se requiere de cierta coherencia
entre estos dos tipos de socialización lo que supone procedimientos
conceptuales, secuencias de aprendizaje que pueden manejarse de acuerdo con los
intereses creados de quienes administran el cuerpo de conocimiento. En la
socialización secundaria se aprende el contexto institucional y requiere
técnicas pedagógicas. También hay técnicas intensificadoras aplicadas a
intensificar la carga afectiva del proceso de socialización por ejemplo en la
religión, en la institución militar, etc. Estas técnicas intensificadoras
también se dan por la necesidad de competir, y también están relacionadas con
las tareas específicas de cada institución.
La socialización primaria y
secundaria buscan garantizar de cierta manera que los individuos internalicen
la realidad social y la externalicen coherentemente. De esta manera se requieren procesos de
legitimación. Estos procesos, buscan, por una parte, el mantenimiento de la
rutina, es decir, la estabilidad y el rumbo del orden institucional, y por
otra, el mantenimiento del orden institucional en situaciones de crisis. En
este sentido, el mantenimiento de las rutinas se logra gracias a la afirmación
del yo y de lenguaje que, puestos en interacción con los otros, producen a
través del diálogo una realidad estable. En situaciones de crisis se mantienen
los mismos procedimientos que para el mantenimiento de la rutina, pero las legitimaciones
de la realidad son más explicitas e intensivas. La realidad subjetiva también puede
transformarse, aunque no totalmente. Un tipo específico de transformación es la
alternación, es decir, la trasformación parcial del sujeto, de sus lenguajes,
significante y hábitos de vida. La alternación requiere procesos de
resocialización que se asemejan a la socialización primaria. Un ejemplo de
alternación es la conversión religiosa. En ella, el individuo alternalizado se
desafilia de su mundo anterior y de la estructura que lo sustenta, se
reorganiza el aparato conversacional y los interlocutores que intervienen en el
diálogo significativo van cambiando, y el diálogo con los otros significantes
nuevos transforma la realidad subjetiva, aunque no totalmente por lo que se
requieren procedimientos terapéuticos para reincidentes y aparatos
legitimadores. La realidad antigua se reinterpreta a partir de una ruptura
biográfica. En el caso de las transformaciones que ocurren juntamente con la
movilidad social existen esquemas interpretativos ya preparados que explican a
todos los interesados lo sucedido sin plantear una metamorfosis total del
individuo de que se trate.
A partir de lo anterior, puede
decirse que los fenómenos de internalización, tales como la formación del yo y
la socialización no pueden analizados por fuera de la estructura social de la
cual toman forma. Así mismo, debe considerarse que hay procesos de
socialización exitosa o deficiente. La socialización exitosa se da cuando hay un
alto grado de simetría entre la realidad objetiva y subjetiva. Inversamente la
socialización deficiente debe entenderse en razón de la asimetría entre
realidad objetiva y subjetiva. La socialización exitosa probablemente se
obtenga en sociedades con una distribución del trabajo sencilla y una mínima
distribución del conocimiento. También se puede dar como resultado de la
mediatización de mundos agudamente discrepantes realizada por otros
significantes durante la socialización primaria. Una tercera situación que
lleva a la socialización deficiente es la que aparece cuando existen
discrepancias entre la socialización primaria y secundaria. Una sociedad en la
que en general se dispone de mundos discrepantes tiende a una conciencia
general de la relatividad de todos los mundos, incluyendo el propio el cual
ahora se aprehende subjetivamente como un mundo más.
Por último, agregan los autores no debe
olvidarse que el organismo, el cuerpo biológico coloca límites a lo que resulta
socialmente posible, pero el mundo social preexistente al individuo impone
limitaciones a lo que resulta biológicamente posible al organismo. La
dialéctica se manifiesta en la limitación mutua del organismo y la sociedad. Externamente,
la sociedad interviene en el funcionamiento del organismo sobre todo con
respecto a la sexualidad y la nutrición. Internamente la dialéctica se
manifiesta como resistencia del substrato biológico a su amoldamiento
social.
Referencia
Peter L Berger y
Thomas Luckmann (1967). La construcción social de la realidad. Amorrortu,
editores. Buenos Aires argentina. 1 edición 20ª reimpresión. 240 p.
[1]
Licenciado en Educación Popular. Magister en sociología. Estudiante del
doctorado en sociología. Universidad del Valle. Profesor del Departamento de
Humanidades, Universidad Cooperativa de Colombia. Sede, Cali. Catedrático de la
Universidad Autónoma de Occidente, Cali Valle. Correo electrónico: huval71@gmail.com
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