Reseña Peter L Berger y Thomas Luckmann (1967). La construcción social de la realidad. Amorrortu, editores. Buenos Aires Argentina. 1 edición 20ª reimpresión. 240 p.


Por: Hugo Hurtado Valencia[1]
Introducción

El nacimiento de un ser humano no es sólo un acontecimiento biológico sino también social. Nacer  es iniciar un camino de aprendizajes dirigidos a adquirir las habilidades necesarias para existir en sociedad. En ese camino y en interacción con los otros se construye nuestra identidad y se apropia el mundo como una realidad ya dada, construida por otros. Tal apropiación, consiste en un conjunto de conocimientos, esquemas de comportamientos y acciones, a través de las cuales el individuo significa y se relaciona con la sociedad y con lo que en ella existe. Cuando este relacionamiento es cotidiano, la realidad no sólo se mantiene sino que también se reconstruye. Los seres humanos son de esta manera producidos y productores de la sociedad. Los complejos procesos a través de los cuales esta operación de construcción se realiza, son abordados por Peter Berger y Thomas Luckmann en su obra “La construcción de la realidad”.  En este trabajo, publicado en 1966, los autores abordan este problema considerando sus dimensiones objetivas y subjetivas. En lo que sigue, se reseñan los principales aspectos de este trabajo, poniendo el énfasis en el carácter dialéctico de esta construcción que se da, entre lo que los autores denominan procesos de internalización y externalización de las dimensiones objetivas y subjetivas de la realidad social. El orden que sigue la exposición es el siguiente. 1) Problema central de la sociología del conocimiento, 2) la realidad objetiva y 3) la realidad subjetiva.

1.       Problema central de la sociología del conocimiento

De acuerdo con Berger y Luckmann la sociología del conocimiento se ocupa de analizar los procesos acerca de cómo la realidad social se construye o más exactamente, de lo que la gente conoce como realidad en su vida cotidiana. En este sentido, establece un nexo entre conocimiento y realidad. La vida cotidiana es la realidad y tal realidad se produce y sustenta, a partir de los pensamientos y acciones de los hombres. Como los pensamientos son subjetivos surge la pregunta: ¿Cómo es posible que los significados subjetivos se vuelvan realidades objetivas? En otras palabras, hay una relación entre lo que el hombre piensa, sus acciones y la realidad que produce y viceversa. La realidad de la vida cotidiana como realidad objetiva guarda pues relación con la realidad subjetiva del hombre. Por ello, estudiar desde una perspectiva social cómo está realidad se construye, es dar cuenta de la forma como se han objetivado y adquirido cuerpo material los pensamientos y acciones de los hombres y estudiar así mismo, cómo estas formas objetivadas, principalmente el orden social y sus instituciones logran mantenerse y generar normas de comportamiento y acciones que  gracias a los procesos de socialización permiten al individuo, generación tras generación, construir una identidad y por lo tanto esquemas de pensamiento y acción que guardan correspondencia con la realidad social que sus antecesores han producido y en la que el mismo participa como productor y producto. En general, entendiendo la producción y autoreproducción del hombre como una empresa social, se busca que los procesos de aprehensión de la realidad objetiva sean coherentes con la realidad subjetiva, es decir; que lo que los individuos internalicen, tenga el máximo grado de correspondencia con el orden social en que viven; por ello, se hacen necesarios diversos mecanismos para el mantenimiento del orden social que no siempre resultan eficaces. Tres son los aspectos claves para comprender la relación dialéctica que se establece entre realidad objetiva y subjetiva: la internalización, la externalización y la objetivación.

2.       La realidad objetiva

El aspecto más importante en la consideración de la realidad objetiva es la institucionalización. Los autores denominan teoría de la institucionalización al proceso de comprender las causas de la aparición, subsistencia y trasmisión de un orden social. En este sentido, explican que las instituciones se originan en la importancia que la sociedad otorga a cierto tipo de actividades y áreas del conocimiento. De esta manera, si una sociedad otorga importancia, por ejemplo, a la pesca, se genera una institución y un cuerpo de conocimientos que agrupan esta actividad. Los autores dirán que las instituciones tienen su origen en esta tipificación, es decir, en estos tipos de actividades que se realizan recíprocamente y que involucran buena parte de la colectividad. Tales tipificaciones dan lugar a su vez a habituaciones, a pautas, conductas y patrones de comportamiento que, en tanto son trasmitidos y aprehendidos, tienen la capacidad para orientar la acción individual y social. Este mundo social objetivo se trasmite a otros a través del leguaje.  La selección de un área de actividad social como relevante restringe las opciones, pero provee rumbo, especialización y estabilidad a la sociedad, posibilitando así mismo la deliberación e innovación.

Las instituciones regulan la conducta y la actividad humana, ejercen coacción sobre el individuo y trasmiten las tradiciones de una generación a otra, motivo por el cual tienden a ser conservadoras, es decir, a resistir al cambio. Las instituciones son históricas, se presentan en el individuo como algo ya dado y por eso la necesidad de su legitimación, es decir, deben explicarse y justificarse  como condición para su mantenimiento. Por otra parte, las instituciones surgen como realidades diferenciadas que sólo pueden integrarse en términos del conocimiento y el lenguaje comunes a ellas. Analizar entonces el conocimiento es fundamental para analizar el orden social. El conocimiento se internaliza mediante la socialización y luego se externaliza produciendo una realidad objetiva. En este proceso, los individuos retienen sólo una pequeña parte, por eso, para que el conocimiento y por tanto el orden social sean trasmisibles se requiere un sistema de signos, un lenguaje y también un aparato social de trasmisores y receptores.

Otro aspecto de la institucionalización son los roles. Estos pueden entenderse como formas de comportarse ya establecidas por las instituciones. Las instituciones se expresan en la experiencia personal de los individuos a través de los roles. Los roles representan el orden institucional e implican normas de comportamiento, procesos de aprendizaje y control. Roles como el del rey y el de Papa representaron, en algún momento, simbólicamente la totalidad del orden. Los roles brindan acceso al conocimiento acumulado en áreas específicas. Lo anterior quiere decir que existe una distribución social del conocimiento correspondiente con la división social del trabajo y los roles.  Esta relación entre áreas de conocimiento específico y roles permite analizar de qué manera un cierto tipo de conocimientos institucionalizados han sido internalizados y externalizados por los individuos.

Por último, las instituciones pueden no controlar totalmente la actividad del individuo, ni de la sociedad, por ello, el alcance y los modos de institucionalización pueden establecerse examinando en qué medida los individuos comparten las estructuras de relevancia. Es decir, las instituciones y el grado en que los individuos se encuentran integrados. De esta manera, cuando hay pocas estructuras de relevancia y alto grado de participación, el orden social presenta mayor grado de integración. Inversamente, más estructuras de relevancia y menores grados de participación producen un orden social fragmentado. No existen sin embargo, sociedades totalmente integradas. La Institucionalización, por otra parte, no es un hecho irreversible, por diferentes razones, las acciones institucionalizadas pueden disminuir o tender hacia la desinstitucionalización.  Esto sucede, entre otros aspectos, por la incongruencia entre realidad objetiva y la manera como los individuos la internalizan y externalizan. Una estructura de relevancia o institución puede entonces perder importancia para la sociedad y los individuos pueden comenzar a no participar en ella, de esta manera las acciones comienzan a desinstitucionalizarse hasta que el punto extremo es su desaparición. La realidad objetiva del orden institucional también puede ser aprendida por el individuo como un hecho natural y por tanto no susceptible de trasformación. Los autores llaman a este proceso reificación anotando también que pueden aprehenderse de manera reificada, las instituciones, los roles y el yo.
Un aspecto relevante en los procesos de institucionalización es la legitimación. La legitimación busca integrar la sociedad y además lograr que la realidad objetiva sea accesible y susceptible de ser aprobada y justificada por los individuos. En los procesos de legitimación es posible considerar cuatro niveles: un nivel preteórico, de proposiciones y teorías, de teorías explícitas y de universos simbólicos.

En el primer nivel se trasmiten vocabulario y significados, en el segundo esquemas explicativos pragmáticos que se refieren a grupos de significados objetivos; en el tercero contiene las teorías explícitas por las que un sector institucional se legitima en términos de un cuerpo de conocimiento diferenciado, en este nivel hay unos administradores con dedicación exclusiva, la legitimación trasciende el nivel pragmático y se convierte en teoría pura, es decir alcanza un cierto grado de autonomía. En el cuarto nivel se refiere a cuerpos de tradición teórica que integran zonas de significado diferente y abarcan el orden institucional en una totalidad simbólica. En este nivel, todos los sectores del orden institucional se integran en un marco de referencia general, de manera que toda la experiencia humana se desarrolla dentro del orden simbólico (Berger y Luckmann,1967). 

Los universos simbólicos son como una matriz generadora del ordenamiento social, por ello, si cambia el orden simbólico cambia el ordenamiento social. Los universos simbólicos ordenan el pasado, el presente y futuro en una sociedad, legitiman las instituciones, los roles, la personalidad y hasta el sentido de la muerte.   Los universos simbólicos se generan cuando el hombre internaliza y externaliza la realidad, proyectando en este proceso sus propios significados, que finalmente se integran en símbolos. Erigidos en símbolos y por relación de identidad con la realidad que los crea, los universos ordenan la vida social. Por otra parte, los universos deben así mismo legitimarse. En primer lugar, porque su trasmisión de una generación a otra plantea problemas de trasmisión por cuanto los universos no pueden ser enseñados directamente, en segundo lugar, porque en una sociedad siempre hay universos divergentes (por ejemplo, socialismo, capitalismo), en tercer lugar, porque en el caso hipotético de dos sociedades enfrentadas, los universos simbólicos pueden aparecer en oposición, en este caso el proceso de legitimación involucra una relación de poder que se resuelve a través de las armas. En los otros casos, surge la necesidad, en principio, de conceptualizar el universo simbólico por parte de grupos de expertos encargados de su administración y legitimación. La mitología, la teología, la filosofía y la ciencia harían parte de estos mecanismos conceptuales a través de los cuales se legitiman los universos simbólicos. Los tres últimos, serían desarrollados por élites mientras que el primero puede de alguna manera hacer parte del conocimiento tradicional fundante de una comunidad. Adicionalmente, cuando estos mecanismos no logran ser eficaces los legitimadores disponen de otros mecanismos adicionales para como la terapia y la aniquilación. En la terapia, supóngase el caso de la religión, los herejes pueden ser sometidos a tratamientos para que vuelvan a integrarse, es decir la terapia se convierte en un mecanismo para tratar al desviado. En la aniquilación se busca aniquilar conceptualmente todo lo que está afuera de dicho universo, supóngase, por ejemplo, el caso de la política. Los defensores del libre mercado tratarán de aniquilar todas las ideas que parezcan contrarias a este subuniverso. La aparición de organizaciones dedicadas exclusivamente a la legitimación y mantenimiento de los universos simbólicos, da lugar a conflictos sociales, a rivalidades. De esta manera cuando los universos simbólicos o definiciones particulares de la realidad llegan a estar anexadas a un interés de poder concreto surge la ideología. La ideología surge en el mismo universo simbólico que se interpreta diferente, según los intereses creados. Por último, las sociedades modernas de corte pluralista comparten un universo central y varios subuniversos que pueden tener probablemente funciones ideológicas.
          
3.       La realidad subjetiva

En el aparte anterior, la sociedad fue abordada como realidad objetiva. Este proceso de objetivación de la realidad se da cuando el individuo internaliza el mundo y a través de sus acciones lo exterioriza, pero la realidad existe también como realidad subjetiva, es decir como un mundo que, a manera de conceptos, procedimientos, normas etc., existe en la mente del individuo. El punto de partida de este proceso de construcción de la realidad subjetiva lo constituye la internalización. Esta puede ser entendida como la aprehensión o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado. Para que se dé la internalización primero de haberse constituido el yo, es decir la identidad del individuo. Identidad e internalización constituyen la base para la comprensión y la aprehensión del mundo y ambos procesos se dan a través de la socialización. Los autores indican aquí que hay socialización primaria, secundaria y posterior. En la socialización primaria el yo es una entidad reflejada, es decir que se forma en función de las actitudes de los otros y sus significantes. En este proceso, el individuo acepta los roles y las actitudes de otros y acepta el mundo de ellos. La socialización primaria forma el otro generalizado, implica internalización de la sociedad, de la realidad objetiva y de la identidad. Todo esto se realiza en correspondencia con el lenguaje. La realidad objetiva se traduce en realidad subjetiva gracias al lenguaje. En la socialización primaria es sobre todo el lenguaje el que debe internalizarse, el mundo de la niñez está constituido para inculcar al individuo una estructura de normas que le infunda confianza de que todo está bien, comporta secuencias de aprendizaje socialmente definidas y finaliza cuando el concepto del otro generalizado se ha establecido en la conciencia del individuo. También es en la socialización primaria donde se dan las bases para la legitimación del orden institucional.

Consecuentemente, la socialización secundaria es la internalización de submundos institucionales. En la mayoría de sociedades la transición de socialización primaria a secundaria va acompañada de ciertos rituales, también se requiere de cierta coherencia entre estos dos tipos de socialización lo que supone procedimientos conceptuales, secuencias de aprendizaje que pueden manejarse de acuerdo con los intereses creados de quienes administran el cuerpo de conocimiento. En la socialización secundaria se aprende el contexto institucional y requiere técnicas pedagógicas. También hay técnicas intensificadoras aplicadas a intensificar la carga afectiva del proceso de socialización por ejemplo en la religión, en la institución militar, etc. Estas técnicas intensificadoras también se dan por la necesidad de competir, y también están relacionadas con las tareas específicas de cada institución.
La socialización primaria y secundaria buscan garantizar de cierta manera que los individuos internalicen la realidad social y la externalicen coherentemente.  De esta manera se requieren procesos de legitimación. Estos procesos, buscan, por una parte, el mantenimiento de la rutina, es decir, la estabilidad y el rumbo del orden institucional, y por otra, el mantenimiento del orden institucional en situaciones de crisis. En este sentido, el mantenimiento de las rutinas se logra gracias a la afirmación del yo y de lenguaje que, puestos en interacción con los otros, producen a través del diálogo una realidad estable. En situaciones de crisis se mantienen los mismos procedimientos que para el mantenimiento de la rutina, pero las legitimaciones de la realidad son más explicitas e intensivas. La realidad subjetiva también puede transformarse, aunque no totalmente. Un tipo específico de transformación es la alternación, es decir, la trasformación parcial del sujeto, de sus lenguajes, significante y hábitos de vida. La alternación requiere procesos de resocialización que se asemejan a la socialización primaria. Un ejemplo de alternación es la conversión religiosa. En ella, el individuo alternalizado se desafilia de su mundo anterior y de la estructura que lo sustenta, se reorganiza el aparato conversacional y los interlocutores que intervienen en el diálogo significativo van cambiando, y el diálogo con los otros significantes nuevos transforma la realidad subjetiva, aunque no totalmente por lo que se requieren procedimientos terapéuticos para reincidentes y aparatos legitimadores. La realidad antigua se reinterpreta a partir de una ruptura biográfica. En el caso de las transformaciones que ocurren juntamente con la movilidad social existen esquemas interpretativos ya preparados que explican a todos los interesados lo sucedido sin plantear una metamorfosis total del individuo de que se trate.

A partir de lo anterior, puede decirse que los fenómenos de internalización, tales como la formación del yo y la socialización no pueden analizados por fuera de la estructura social de la cual toman forma. Así mismo, debe considerarse que hay procesos de socialización exitosa o deficiente. La socialización exitosa se da cuando hay un alto grado de simetría entre la realidad objetiva y subjetiva. Inversamente la socialización deficiente debe entenderse en razón de la asimetría entre realidad objetiva y subjetiva. La socialización exitosa probablemente se obtenga en sociedades con una distribución del trabajo sencilla y una mínima distribución del conocimiento. También se puede dar como resultado de la mediatización de mundos agudamente discrepantes realizada por otros significantes durante la socialización primaria. Una tercera situación que lleva a la socialización deficiente es la que aparece cuando existen discrepancias entre la socialización primaria y secundaria. Una sociedad en la que en general se dispone de mundos discrepantes tiende a una conciencia general de la relatividad de todos los mundos, incluyendo el propio el cual ahora se aprehende subjetivamente como un mundo más.

Por último, agregan los autores no debe olvidarse que el organismo, el cuerpo biológico coloca límites a lo que resulta socialmente posible, pero el mundo social preexistente al individuo impone limitaciones a lo que resulta biológicamente posible al organismo. La dialéctica se manifiesta en la limitación mutua del organismo y la sociedad. Externamente, la sociedad interviene en el funcionamiento del organismo sobre todo con respecto a la sexualidad y la nutrición. Internamente la dialéctica se manifiesta como resistencia del substrato biológico a su amoldamiento social.  


Referencia
Peter L Berger y Thomas Luckmann (1967). La construcción social de la realidad. Amorrortu, editores. Buenos Aires argentina. 1 edición 20ª reimpresión. 240 p.



[1] Licenciado en Educación Popular. Magister en sociología. Estudiante del doctorado en sociología. Universidad del Valle. Profesor del Departamento de Humanidades, Universidad Cooperativa de Colombia. Sede, Cali. Catedrático de la Universidad Autónoma de Occidente, Cali Valle. Correo electrónico: huval71@gmail.com


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