Reseña. Mills, Charles Wright (1959). La Imaginación sociológica.


Traducción del inglés, Florentino M Torner. Prólogo de Gino Germani, epílogo de Tod Glitin. Tercera edición. Fondo de Cultura Económica. México. D. F. 255 páginas.

Por: Hugo Hurtado Valencia[1]


Introducción
En 1959, Charles Wright Mills publica “La imaginación sociológica”, libro que 57 años después, alcanza la categoría de clásico; es decir, de texto universal, fundamental para comprender el hacer de las ciencias sociales, hoy. A continuación, se presentan los principales aspectos de esta obra y se reflexiona acerca de su importancia para la tarea sociológica actual. El texto se desarrolla entorno a tres ejes: 1) El autor y su obra. 2) La gran teoría y el empirismo abstracto y 3) La promesa de  las ciencias sociales. Al final, algunas consideraciones generales acerca de la contemporaneidad de la obra de Mills.   

1.       El autor y su obra
Mills nace en Texas en 1916 y muere en Nueva York en 1962. Doctorado en Wisconsin en 1941, ingresa a la Universidad de Columbia en 1945, institución en la que se desempeña hasta su muerte. En este periodo, la segunda guerra mundial, las contradicciones políticas, sociales y económicas entre las nacientes potencias y el auge del capitalismo, constituyen el contexto de su reflexión y la matriz de sus principales preocupaciones alrededor de las élites económicas, políticas y militares, las clases medias y el rol del investigador y de las ciencias sociales.

Libros como: White Collar: Las Clases Medias en Estados Unidos (1951); La Élite del Poder (1956) o Escucha Yanqui (1960) dan cuenta de los cambios que vive la sociedad norteamericana, América Latina y el mundo en ese momento. Una fundamentación teórica y práctica de este su trabajo sociológico lo desarrolla en: “La Imaginación sociológica”, obra que cuenta con varias traducciones, ediciones, impresiones y reimpresiones, pero que, para efectos presentes, toma como base la tercera edición, traducida al castellano por Florentino M. Torner, reimpresa en el año 2005 por el Fondo de Cultura Económica de México.

La obra como el propio Mills escribe, en la página 21 de agradecimientos, es escrita a partir de varios textos producidos entre 1953 y 1959. Muchos de estos escritos son presentados en seminarios de ciencia social, en revistas científicas, en conferencias, simposios y de alguna manera, sometidos a la crítica y la validación de la comunidad académica. Todo este proceso, lleva finalmente al autor a organizar el texto en dos partes (p.43): una primera, de seis capítulos, que esboza la tarea principal de las ciencias sociales y “algunas de sus deformaciones” en Estados Unidos; una segunda, de cuatro capítulos, dedicada a fundamentar la propuesta o lo que Mills denomina “la promesa”; es decir, el desarrollo de la imaginación sociológica del investigador para “captar la historia, la biografía y la relación entre ambas dentro de la sociedad” (p.25). Alrededor de este postulado fundamental gira el desarrollo del texto.  Su propósito, explica el autor, es “definir el significado de las ciencias sociales para las tareas culturales actuales”. Una especie de deconstrucción y construcción de los aspectos teóricos y metodológicos que deben fundamentar la tarea del investigador social.

2.       La gran teoría y el empirismo abstracto
En la primera parte, Mills somete a la crítica dos grandes tendencias de la sociología estadounidense: la gran teoría y el empirismo abstracto. Un aspecto clave para entender esta crítica es la filosofía pragmática norteamericana que, de alguna manera, encarna Mills. Para esta filosofía, “el único medio para juzgar la verdad de una doctrina, en este caso científica, es considerar sus efectos prácticos” (RAE). En este sentido, el examen de Mills de estas tendencias se enfoca en las consecuencias que estas investigaciones producen, en los tipos de problemas que abordan, en sus métodos, sus usos sociales y sobre todo en sus fines.

En la gran teoría, por ejemplo, la realidad social que se construye es “ininteligible”. El teórico está más preocupado por “asociar y disociar conceptos” que por explicar la realidad. A la manera de un filósofo de la ciencia, su preocupación por construir la estructura conceptual, formal y lógica general, a partir de la cual pueda comprenderse el problema, inhibe precisamente su capacidad de examen de las realidades sociales particulares, cambiantes, históricas y producto también de la acción de los hombres.

Talcon Parsons es para Mills, un representante de esta tendencia y contra él y específicamente contra su libro: “El Sistema Social” dirige su crítica. De este texto, que aborda el problema de cómo se construye y se mantiene estable un orden social, Mills resalta su altos e innecesarios niveles de abstracción, su generalidad y el hecho de que exponga un sistema social, por fuera de las estructuras sociales históricas e incidas por la acción de tipos específicos de hombres. Este modo de proceder de la gran teoría, no explica la realidad social particular y por otra parte, no aborda el objeto de estudio en sus relaciones sino como algo con significado en sí mismo.

Parsons, agrega Mills, deja por fuera aspectos relacionados con el mantenimiento del sistema social como el poder. Su “Sistema Social” es un texto más referido  a las legitimaciones;  al hecho de que los valores-orientadores y la estructura normativa son principalmente símbolos de legitimación del amo. No toda legitimación, sin embargo, aclara el autor, se basa en símbolos, pues el orden social también puede mantenerse por medios distintos a la estructura normativa común, como por ejemplo por coacción de la autoridad o la manipulación ideológica (p54-55).

En resumen, Parsons aborda un problema fundamental de las ciencias sociales como el de estructura social, pero su gran elaboración teórica disminuye su comprensión, al no tener en cuenta aspectos como el poder y las condiciones históricas particulares en las cuales surgen, se transforman y cambian estas estructuras.

Al otro extremo de su crítica se ubica el empirismo abstracto. En esta postura el investigador social es una especie de técnico. Se trata, dice Mills, de un estilo de trabajo cuya fuente de información es la encuesta. A través de este instrumento, se recogen, clasifican y analizan los datos que dan cuenta de la realidad social. La publicidad, la investigación de medios, la opinión pública, la conducta en el voto y la estratificación social son algunos de los problemas que aborda esta forma de trabajo. En ellos, agrega el autor, la metodología, basada en el método científico, derivado de las ciencias naturales, limita la formulación del problema y no tiene en cuenta, suficientemente, la teoría.

Un ejemplo de esta forma de trabajo es Paul Lazarsfeld. De él y de los empiristas abstractos en general, dirá Mills que son “metodólogos de las ciencias sociales”; es decir, técnicos especializados en investigar mediante encuestas. Los efectos prácticos de esta forma de hacer sociología se relacionan con el hecho de que los metodólogos, al intentar ahorrar tiempo y dinero,  dejan por fuera el análisis de las estructuras sociales e históricas y así mismo, reducen la teoría al análisis de las variables objeto de investigación. Por otra parte, la investigación sirve aquí a los intereses de quienes las pagan, es decir a los políticos, al aparato administrativo del Estado y a los comerciantes. 

En los capítulos IV y V, Mills amplía su crítica acerca de los usos políticos e ideológicos de la investigación que subyacen a la gran teoría y al empirismo abstracto. El autor da a entender que el problema de este uso, no es por supuesto para quiénes se benefician de la investigación sino para quienes hacen ciencia. “Por su trabajo, todos los estudiosos del hombre y de la sociedad asumen posturas morales y políticas” (p97). Los hechos, los conceptos y hasta los métodos tienen una carga valorativa que el investigador debe aprender a separar y controlar haciéndolos explícitos en su  investigación (p94).

Derivado de lo anterior, el investigador “crea imágenes de la realidad que pueden usarse con fines políticos o ideológicos”. En la gran teoría y en el empirismo abstracto por ejemplo, el liberalismo como valor común de estas investigaciones, reproduce un tipo de practicidad de carácter fragmentario, que no se cuestiona, ni los valores, ni las posturas políticas que encubren. No obstante aclara Mills, las valoraciones de estas tendencias encubren el hecho de que se enuncian en términos de retraso cultural, científico y tecnológico de las instituciones y asumen, además, los valores de la clase media, estadounidense.

Por otra parte, en cuanto a los aspectos políticos, el liberalismo desde el aparato burocrático del Estado, ha puesto la investigación al servicio de la empresa, del ejército y del propio Estado, reproduciendo de alguna manera sus valores y restándole a la ciencia social su poder transformador. En otras palabras, la investigación reproduce las ideologías que sirven de base a la estructuración del poder y a la moral; es decir, a la conducta de los hombres.

Se trata en general, dice Mills (capítulo V sobre el Ethos burocrático) de un uso conservador de la investigación. Si de una parte, la gran teoría se burocratiza y sirve a intereses de instituciones como el Estado, el empirismo abstracto, proporciona la información útil, relacionada con cómo intervenir, por ejemplo a través de un programa de beneficencia,  la sociedad (acción política) y cómo mejorar la administración.  Hay por tanto, un control corporativo de las investigaciones que conlleva a la pérdida de autonomía y objetividad. La ciencia social aparece así como un dispositivo para predecir y controlar. Lo anterior agrega Mills, “revela la naturaleza del poder, sus relaciones con el conocimiento y la acción moral” (p128), sin embargo los procesos de predicción y control operan en las ciencias sociales también de otros de modos.

Por último, para esta primera parte, el autor retoma estas dos tendencias y comienza a señalar un camino para las ciencias sociales. En este sentido insiste “teoría y metodología son parte de una discusión general, deben ser fuente de sugestiones, pero no deben poner límites al trabajo en la ciencia social” (p134). El autor propone regresar a los analistas clásicos (Marx; Weber, Durkheim) que se ubican en un punto medio  entre teoría y empirismo. Mills, aclara que los métodos son para ciertos tipos de problemas y las teorías para ciertos tipos de fenómenos, por lo tanto, son los problemas de investigación los que determinan qué métodos y teorías deben usarse y  no al contrario. El analista social clásico, figura del investigador que Mills propone recuperar, “evita la rigidez metodológica y utiliza la imaginación sociológica y la artesanía intelectual para  formular adecuadamente los problemas” (p135). Lo anterior quiere decir que tiene pleno sentido del problema, del estado de los conocimientos y utiliza la teoría y la metodología para reformularlos, convirtiéndose así en un investigador activo que es a su vez, “su propio teórico y su propio metodólogo” (p136). Hay que dedicar tiempo a la metodología sólo cuando se refiera al trabajo real, afirma el autor (p136).  

Más adelante, Mills amplía la idea anterior, a partir de lo siguiente: “Un concepto es una idea con contenido empírico, ahora bien si la idea es muy amplia para el contenido tiende hacia la gran teoría, sin por el contrario el contenido se traga la idea tiende hacia el empirismo abstracto” (p138). Una postura media debe entonces tender un puente que permita que el problema que se examina pueda ser por una parte, teorizado y por otra, susceptible de ser verificado empíricamente. En el análisis social clásico agrega el autor, hay una constante  comunicación entre lo micro y lo macro, entre el caso estudiado y la teoría. De esta manera, la verificación se da mediante “la exposición detallada de todos los materiales empíricos en relación con los conceptos de los problemas” (p140);  es decir, en las ciencias sociales se construye y se verifica al mismo tiempo.

3.       La promesa de las ciencias sociales
En los capítulos VII a X el autor complementa su planteamiento fundamental acerca de hacer de las ciencias sociales un oficio que, a la manera del analista social clásico, tenga en cuenta las relaciones entre estructura social,  historia y biografía. Dicho de otro modo, el análisis social debe dar cuenta de las estructuras históricas, en las cuales tal realidad se da, y la manera cómo los hombres interactúan, estructuran y son estructurados por éstas. El camino para lograr lo anterior, es entonces la imaginación sociológica. Una especie de cualidad mental y una forma de proceder - que en parte ha venido siendo tratada - que permite captar las relaciones entre estos tres componentes.

Para Mills, las ciencias sociales tratan de la diversidad humana, lo que incluye al individuo. La comprensión de esta diversidad requiere, además de lo anteriormente dicho, que “la formulación y resolución de los problemas tenga en cuenta los materiales, conceptos y métodos de varias disciplinas” (p156). En este sentido Mills, propone una ciencia social unificada que permita un trabajo comparativo, teórico y empírico. La antropología, la historia, la demografía, la ciencia política, la sicología, la sociología y la economía agrega, no tienen entre sí diferencias de método, ni límite de contenidos, motivo por el cual son el camino más prometedor para la ciencia social.

Por estructura social entiende Mills “la combinación de instituciones clasificadas según funciones que cada una desempeña” (p148). Esta estructura social se encuentra a su vez bajo Estados Políticos, que cuentan con medios políticos, económicos, culturales y de decisiones de poder. En estas estructuras sociales, configuradas históricamente tiene lugar la acción de los hombres que el analista aspira a explicar y comprender.

En sociología lo problemas deben entonces ser formulados en el marco de la estructura social, la historia y la biografía por cuanto toda sociedad debe ser entendida en el periodo en que existe. La estructura social en tanto histórica está compuesta por órdenes institucionales y tendencias de cambio. El estudio de estas estructuras debe dar cuenta de estas tendencias. Del mismo modo, en los órdenes institucionales hay personas: su biografía externa (roles) y su biografía interna (emociones, percepciones y motivaciones) sólo pueden ser estudiadas en relación con las estructuras, los órdenes institucionales y sus cambios. A esto Mills le llama “principio de especificidad  histórica” (170), que puede traducirse como el hecho de que las sociedades son particulares, que no existen sociedades más o menos evolucionadas o que su desarrollo no debe mirarse teniendo como referencia un centro, por ejemplo, Europa. Y lo mismo puede decirse de la “naturaleza humana” no existe una naturaleza humana en general sino que el ser humano debe ser entendido en el marco de las estructuras históricas de las cuales es al mismo tiempo creatura y creador.  

La situación anterior, según la cual los hombres participan en la configuración de su sociedad y la vez son configurados por ésta, permite a Mills introducir en el capítulo IX, el debate acerca de la Libertad y la razón. A este respecto, advierte -ya en la década del 60- que se está frente a una época de cambios. La modernidad está dando paso a la postmodernidad y la libertad y la razón, valores fundamentales del proyecto moderno, requieren ser reformulados.  En primer lugar, los órdenes sociales actuales, no admiten el análisis en términos de socialismo y capitalismo, cuya base se soporta en la libertad y la razón  ilustradas. En segundo lugar, la realidad muestra que a pesar de la ciencia, la educación universal y la racionalidad burocrática, el hombre individual no es necesariamente más racional y libre. Al contrario, dice Mills haciendo referencia a la sociedad  norteamericana, la producción capitalista y el Estado de Bienestar han producido una especie de hombre enajenado, que representa en cierta medida, la antítesis de la imagen occidental del hombre libre. En la misma dirección, el alto grado de racionalización de la sociedad no se corresponde con la razón del hombre individual, por lo que se asiste a una especie de racionalidad, pero sin razón. No obstante, libertad y razón hacen parte de la promesa moral e intelectual de las ciencias sociales por lo que requieren ser usados creativamente en la formulación de los problemas, sin olvidar que libertad y la razón existen dentro de un contexto y que el futuro, es lo que se decidirá dentro de ciertos límites de posibilidad histórica.

En el capítulo X, Mills complementa esta idea, acerca de la libertad y la razón,  considerando que los investigadores sociales no deben necesariamente permitir que el sentido político de su trabajo sea modelado por los accidentes del ambiente o por los fines políticos de otros hombres. Mills propone recuperar tres ideales políticos inherentes a la tradición de la ciencia social: la verdad, la libertad y la razón. En este sentido, considera, junto con Marx, que los hombres hacen historia pero no la hacen de la misma manera. Si bien en las circunstancias actuales hay unas élites que toman las decisiones e inciden con mayor propiedad en la historia, no siempre ha sido así. La tarea política del investigador social es entonces lograr que sus estudios incidan sobre las élites, sobre las personas que sufren las consecuencias de las decisiones que toman esas élites y sobre todos aquellos cuyo conocimiento se limita a lo cotidiano. En otras palabras, la tarea política es traducir las inquietudes personales, en problemas públicos y los problemas públicos en términos de su significación humana, para la diversidad de individuos y no solamente para los que tienen el poder (p199). En este sentido hay una apuesta  por una tarea educativa en un ambiente democrático, propicio a la libertad y la razón.

La contemporaneidad de Mills.
En general, “La imaginación sociológica” esboza en lo fundamental el proyecto intelectual de las ciencias sociales tal como se concibe actualmente y por eso su vigencia y contemporaneidad. Las ciencias sociales se mueven en un punto medio entre teoría y empirismo. Son, sin embargo, son los problemas empíricos los que determinan qué teóricas y métodos deben emplearse y no al contrario. Esta supremacía del problema frente al método y la teoría es hoy un principio rector de las ciencias sociales. Otro aspecto clave, es que la realidad social y su análisis, no puede prescindir de las relaciones entre estructura, historia y biografía. Lo anterior quiere decir, que tanto las sociedades como los individuos son particulares, incididos por las estructuras, la historia y sus propias acciones.  El estudio de esta sociedad humana diversa, particular y compleja requiere de estrategias transdisciplinarias. Por otra parte, el investigador social debe ser consciente que los problemas,  conceptos y métodos que pone en juego en su trabajo, tienen una carga valorativa. Por lo tanto, quiéralo o no, el investigador asume posturas morales y políticas que debe controlar y una manera de hacerlo, es haciéndolas explícitas en su trabajo. En una sociedad democrática, la apuesta ética y política del investigador, es producir estudios de la realidad social que incidan de manera positiva en la configuración de su propio destino, como posibilidad histórica. El destino no está predeterminado y corresponde a los hombres hacer uso de su razón y su libertad para seguirlo incidiendo. Razón y la libertad siguen siendo valores centrales de la postmodernidad sin embargo deben reformularse en función de las necesidades actuales, pues en el llamado capitalismo estos dos valores parecen desdibujarse.    

Referencias

Mills, Charles Wright (1959). La Imaginación sociológica. Traducción del inglés Florentino M Torner. Prólogo de Gino Germani y epílogo de Tod Glitin. Tercera edición. Fondo de Cultura Económica. México. D. F.
Internacional Sociological Association. Ranking Order. Books of the XX Century. Disponible en https://www.isa-sociology.org/en/about-isa/history-of-isa/books-of-the-xx-century/ranking-order/
Immanuel Wallerstein. Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, vol. 7, Madrid, Aguilar, 1975, 132-134 pp. http://sociologiac.net/biblio/wallerstein_Mills.pdf





[1] Licenciado en Educación Popular. Magister en sociología. Estudiante del doctorado en sociología. Universidad del Valle. Profesor del Departamento de Humanidades, Universidad Cooperativa de Colombia. Sede, Cali. Catedrático de la Universidad Autónoma de Occidente, Cali Valle. Correo electrónico: huval71@gmail.com

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