Ponencia
presentada en el Foro Educativo
Municipal. Santander de Quilichao. Aula Máxima del Colegio Fernández Guerra.
Por
Hugo Hurtado Valencia. Diciembre de 2005
Resumen: Los planes de vida son formas de movilización y organización de la
comunidad para la autogestión de su propio desarrollo, a partir de acciones concretas dirigidas
a satisfacer las necesidades de subsistencia
y diversión. La gestación de un plan de vida a partir de estas dos
necesidades confiere al trabajo educativo un carácter práctico, ligado a lo productivo (de tipo
cooperativo) y recreativo. Estos dos aspectos poseen un fondo
cultural y sus desarrollos sintetizan el
trabajo del educador popular en las comunidades pobres.
Plan de vida y plan de desarrollo
El término Plan de Vida hace referencia a la forma
como las personas, grupos o comunidades visionan su mejor futuro y realizan a
partir del análisis del pasado,
acciones presentes con el fin de
intervenirlo y hacerlo realidad. El desarrollo de estas acciones se
traduce en un proceso de reflexión - acción que, mediado por la
cultura, produce tejido y movilidad social. Las personas o comunidades
despliegan su potencial creador y orientan la multiplicidad de sus acciones
hacia la búsqueda de un objetivo común: el mejoramiento solidario y
participativo de las condiciones de vida.
Una aclaración necesaria respecto a la diferencia
entre un Plan de Vida y un Plan de
Desarrollo, consiste en que este último es agenciado por el gobierno de turno,
responde a intereses de los grupos dominantes, involucra sólo las necesidades
que se corresponden con estos intereses y soluciona una mínima parte de estas.
Un plan de Vida en cambio, es agenciado por la comunidad, responde a sus
intereses y necesidades, involucra sus sueños y no está necesariamente
subordinado a lo económico, ni se basa en una simple distribución o ejecución
de los recursos en un periodo de tiempo.
Una prueba innegable de que los planes de desarrollo
agenciados por el gobierno de turno, dejan por fuera gran parte de las
problemáticas y expectativas comunitarias, la constituye el plan de desarrollo
del presidente Uribe.
En Uribe, la lucha contra el terrorismo, el
fortalecimiento de las fuerzas armadas, la modernización y reducción de las
instituciones del Estado, la disminución de los costos de funcionamiento, el
mejoramiento de la infraestructura del país y la creación de nuevos impuestos,
entre otras, son orientaciones inscritas en los planes de desarrollo que buscan
favorecer a los grandes inversionistas nacionales y extranjeros; es decir, a
los capitalistas y a su modelo económico
neoliberal. Se trata, por una parte, de crear las condiciones para mejorar los
procesos productivos, tecnológicos y de mercadeo de la gran empresa, y de otro,
de garantizar a la banca internacional, el pago de los recursos económicos que
demanda el cumplimiento de estas metas.
El argumento que se esgrime a partir de estas
consideraciones es que si se acaba el terrorismo, se reduce el funcionamiento
del Estado y se brinda seguridad y confianza a los empresarios, éstos generarán
empleo, el país se volverá competitivo y el Estado tendrá más recursos para
invertir en lo social. El paquete viene cargado de un fuerte elemento
persuasivo: un estado comunitario, seguridad democrática, protección y respeto
a los derechos humanos, democracia participativa, etc. Se da por sentado en
estos postulados que el desarrollo de las comunidades depende o está sujeto al
desarrollo de la gran empresa y la gran empresa, en tanto oportunidad para la
superación de la miseria y la pobreza, constituye uno de los objetivos centrales
de la política estatal.
Estas orientaciones, en un gobierno autoritario y
centralista como el de Uribe, se trasladan a las entidades territoriales y
definen en buena parte los planes de desarrollo. La otra gran parte, sobre todo
en la municipalidad, la definen los dueños de la economía local, los viejos
reductos del bipartidismo, el gamonalismo y las familias de abolengo que se
resisten en las localidades a perder el poder. Son estas las fuerzas que siguen
detentando los hilos del poder y convirtiendo el manejo administrativo de los
municipios en un negocio particular que da puestos, contratos y proyectos sólo
a la clientela o a quién pueda significar votos o garantía de permanencia en el
poder.
Hoy más que nunca, sigue imperando el modelo de
gestión burocrática de los municipios y sigue centralizándose la toma
decisiones no sólo en la esfera nacional sino en la municipal. Siguen siendo
los planes de desarrollo municipales una mezcla de los planes de desarrollo
nacionales, agenciados desde arriba por los
poderes dominantes y una mezcla
de intereses particulares en las
comunidades locales.
Y es esta una primera limitación para que los
planes de desarrollo se vinculen de manera efectiva al desarrollo de las
comunidades: el direccionamiento político favorece a los grandes, aquellos que
miran la globalización como una oportunidad y excluye a las comunidades que
sufren sus embates.
Las comunidades aprenden que si quieren lograr algo
para los suyos deben acogerse a las directrices y posibilidades que se
estipulan en el plan de desarrollo. En el mejor de los casos garantizar un
torrente electoral y en el peor de los casos, seguir alimentando su
desesperanza.
Una segunda limitación se encuentra en lo
económico. Los recursos económicos con los que se financian los planes de
desarrollo municipales, nunca resultan suficientes para hacer frente a las
necesidades comunitarias. 30 de cada cien pesos se van en el pago de la deuda
externa, 40 en fortalecimiento de las
fuerzas armadas y 30 por ciento restante
se distribuye en lo social (salud, educación, vivienda, servicios públicos y
saneamiento básico, etc.). Como los recursos son pocos y las necesidades
muchas, pues casi el 60 por ciento de la población colombiana vive en la
miseria, los recursos son insuficientes.
Por otra parte, el
presupuesto de las localidades se basa en los impuestos y estos por la
difícil situación económica, no se recolectan a tiempo o nunca se recogen en la
cantidad presupuestada. Además, la comunidad no tiene una cultura de pago y la
situación de pobreza la disminuye aún
más.
Así mismo, y aunque pudiera convertirse en oportunidad
que los alcaldes gestionen recursos internacionales, trabajen de la mano con
organizaciones no gubernamentales y comprometan de manera efectiva a la empresa
privada en el mejoramiento social, esto tampoco ha sido posible.
Un punto esencial que se deduce de estas
consideraciones, es que los planes de desarrollo al ser agenciados por el gobierno de turno y por
las burguesías locales, benefician en mayor proporción a sus propios agentes
los poderes dominantes y en menor proporción, a quienes sólo son sus instrumentos,
las comunidades pobres.
El desarrollo beneficia a quienes lo agencian, por
eso, y para que los planes de desarrollo beneficien a las comunidades deben ser
agenciados por las mismas comunidades y responder más que a aspectos
coyunturales a perspectivas de vida. Deben ser planes de vida.
En los planes de vida, el presente y futuro de las
personas y comunidades no se subordina a los planes de desarrollo, pensados
para favorecer los intereses de los grupos dominantes, sino a las posibilidades
mismas de la comunidad para vivir y realizar su visión propia de vida.
La posibilidad de que las comunidades no deleguen
en otros esta responsabilidad, posee, sin lugar a dudas, una connotación de
orden político. Se trata, por un lado, de oponer a las visiones de vida de los
poderes dominantes, las visiones de vida de las comunidades pobres, y de otro, de
resistir a los modelos de desarrollo dominantes con modelos de desarrollo
propios.
El significado Político de los
Planes de Vida
Que los planes de desarrollo hayan prevalecido y
dirigido la vida de las comunidades no es nuevo. Siempre, a lo largo de la
historia, la vida de las mismas ha sido planeada y ha hecho parte de las
visiones de vida de otros.
Desde la época del descubrimiento, por ejemplo, la
vida de las comunidades fue planeada por
los reyes de España y por los conquistadores que arribaron a sus territorios.
Esta planeación, al igual que la de hoy involucraba la fundación de ciudades, explotación
de riquezas, rutas de exportación, gobierno, leyes, impuestos y hasta la
estrategia de guerra, etc. Siempre y en desmedro de la vida, los amos del mundo
diseñaron, ejecutaron y aún hoy lo continúan haciendo, planes de desarrollo
inhibidores de la posibilidad de un desarrollo propio.
Que las comunidades no hayan hecho de sus vidas lo
que idealmente han querido significa que estas, han sido dependientes, con poca
capacidad para la toma de decisiones y más esclavas que nunca. La importancia
política de los planes de vida radica por tanto, en revertir estas acciones, en
que las comunidades vuelvan a ser autónomas,
con capacidad para la toma de decisiones y dueñas, al menos en lo que
les corresponde, de sus propias vidas.
Lo anterior, sin perder de vista que el Estado, en
el esquema de la democracia participativa, tiene como fin propiciar bienestar a
todas las personas y el gobierno debe trabajar en función de esta premisa y
saldar la gran deuda social que tiene con las comunidades y que estas deben
continuarle exigiendo.
El abandono del paternalismo no significa pues, abandono
de las exigencias que en bien del mantenimiento de los fines Estado, deben las
comunidades seguir haciendo, más bien, cambio en la forma como desde las
comunidades y desde el gobierno mismo, se viene asumiendo la política, el
desarrollo y la asignación y ejecución de los recursos.
No es pues que las comunidades desechen, lo poco o
mucho que los planes de desarrollo les puedan aportar sino que lo apropien, lo
optimicen y con organización y mayor capacidad de negociación lo puedan
aumentar y redireccionar en función de sus propósitos.
Pensados de esta forma, los planes de vida
contienen a los planes de desarrollo y se utilizan en función del mejoramiento
real de la calidad de vida de las comunidades. Sin embargo constituyen sólo una de las muchas
herramientas con cuenta la comunidad para avanzar en la búsqueda de bienestar.
Se trata pues de no dejar que los dueños de las
grandes empresas o el gobierno mismo, su mayor empresa, continúen planeando o
mirando a las comunidades como instrumentos u objetos benéficos para sus fines,
se trata pues que las mismas comunidades se planeen y planeen igualmente a los
dueños del poder para que en este ejercicio, de cuya ejecución deviene un
movimiento social, las comunidades autogestionen su propio desarrollo. Un
desarrollo que les ayude a recuperar su
subjetividad y su humanidad deteriorada por el
empobrecimiento, propio de aquellos a quienes se les ha despojado de
todo.
Esta autogestión del propio desarrollo debe llevar
a las comunidades a mayores niveles de libertad y autonomía que les permitan ir
gradualmente, haciendo una ruptura con el círculo vicioso de la dependencia, el
centralismo, la burocracia, el autoritarismo, el individualismo, la competencia,
el paternalismo y el consumismo, causantes del deterioro de los medios y de la
calidad de vida.
A través de
los planes de vida las comunidades establecen mejores relaciones con el medio,
le apropian, le resisten y hacen más eficientes los recursos, satisfaciendo en
mejor medida sus necesidades.
Los planes de vida como oposición a los planes de
desarrollo, inciden sobre las prácticas y quehaceres sobre los que se reproduce
y se asienta el sistema económico capitalista, tienen un impacto en la
disminución del deterioro del ambiente, la
violencia y la pobreza de las comunidades. Y es este el reto que asumen
las comunidades al trabajar sobre planes de vida propios: combatir la pobreza y
la desesperanza, con estrategias de vida solidarias, creativas y productivas
para la satisfacción adecuada de sus necesidades.
Subsistencia y recreación: problemas y potencialidades para la gestación de
un plan de vida.
Lograr, sin embargo, que las comunidades diseñen,
desarrollen y ejecuten planes de vida no es tarea fácil. Podría
teóricamente decirse: se realiza un diagnóstico participativo que dé cuenta de los problemas
y potencialidades de la comunidad, se formula con base en este diagnóstico el
plan de vida, se empodera a la comunidad, se capacitan los líderes y
organizaciones y se hace monitoreo y evaluación permanente del plan. La
cuestión sin embargo no es tan simple. Se ciernen sobre la comunidad un sin número
de dificultades que ameritan, de un lado, un trabajo educativo capaz de propiciar
la reflexión, y de otro, un trabajo activo capaz de responder, sin mucha
teoría, a las dificultades inmediatas que impiden la movilización de la
comunidad.
En efecto, para el caso de algunas comunidades
urbanas, el involucramiento constante y angustiado de las personas para la
satisfacción de la necesidad de subsistencia (alimentación, vivienda, vestido,
salud, etc.) representa un obstáculo para la generación de un proceso social
comunitario amplio, tendiente al diseño y gestión de un plan de vida. Las
comunidades se encuentran presas, abatidas por la necesidad urgente de
subsistencia y resulta difícil convocarlas para otra cosa, que no sea la
misma superación de esta necesidad. En
estas condiciones, el proceso de convocar a la comunidad para que piense,
reflexione y actúe, por sí misma, para resolver sus problemas, pasa pues por el
proceso de brindarle a la misma, y en un corto plazo, condiciones mínimas que le permitan superar esta
necesidad.
Para una comunidad urbana, por ejemplo[1], la
falta de recursos para el ingreso de los hijos al estudio, desempleo, crecimiento de la población por
desplazamiento, niños con bajo rendimiento académico, falta de paciencia por
parte de los padres para criar a los
hijos, analfabetismo, poca participación de las personas en las capacitaciones
por falta de tiempo y de interés, existencia en la comunidad de sitios para el
expendio de drogas, mayor capacidad de mimetismo u ocultamiento de los jóvenes
para consumir drogas, desvaloración y sobrecarga de trabajo en la mujer,
deficiencias de servicios públicos
(alumbrado, agua, alcantarillado, basuras) conflictos entre los vecinos
por ubicación de basuras, gallineros inadecuados con olores que perjudican a
los vecinos, proliferación de enfermedades
como gripe, úlceras, estrés, diarreas, litigios por tierra, maltrato infantil, descuido del adulto mayor,
desintegración de la familia, madres a temprana edad, temor por presencia del
batallón de soldados, falta de espacios para la recreación, apropiación de espacios
públicos por particulares (andenes, lotes, escuelas, parques, caseta
comunitaria, zonas del río), falta de integración de las iglesias cristianas a
la comunidad, desintegración de los grupos deportivos, aburrimiento de las personas los domingos,
falta de espacios para la construcción de obras de infraestructura necesarias
para la comunidad, viviendas inadecuadas, hacinamiento, viviendas en riesgos,
individualismo en algunos líderes, desconfianza y politiquería, etc., son
problemas estructurales que demandan soluciones también estructurales, y que
necesitan para sentarse, al menos a pensar las mismas, de soluciones puntuales
a problemas puntuales que implican la subsistencia y que impiden la participación y la
organización comunitaria para la gestión
de un plan de vida.
El hambre y en general la necesidad de
supervivencia, le ganan la carrera a las
buenas intenciones y se convierten en el medio ideal para el acrecentamiento
del individualismo, la politiquería, la corrupción, el clientelismo y demás
males sociales.
Del mismo modo, la pobreza, el dolor y la desesperanza que asiste a estas búsquedas va acompañada de una sensación de frustración que
hacen que la comunidad se individualice, se hunda en la desesperanza y no tenga
la fuerza necesaria para encaminar la
vida.
La sensación de frustración desencadena escepticismo, aumenta la pobreza
y merma la creatividad y capacidad de
las personas para enfrentar de manera positiva las situaciones de la vida. Por
eso, y para que las comunidades vuelvan a tener un sueño que les movilice y les
de vida, se requiere de intervenciones
directas contra la pobreza, la desesperanza y los medios que la hacen posible.
Ninguna persona o comunidad podrá tener las fuerzas y energías suficientes para
pensar y participar en un plan o proyecto comunitario de vida, si antes no ha
resuelto o no ve en el corto plazo, posibilidades para resolver su necesidad inmediata.
El desarrollo de acciones para la satisfacción
adecuada de la necesidad de subsistencia y la generación de espacios para que
las personas vuelvan a encontrarse y a reconocerse de manera agradable y feliz,
se convierten pues en objetivos centrales que deben impulsar un plan de vida.
Las estrategias para el logro de éstos objetivos
conducen a un sin número de posibilidades que tienen, de un lado, un fondo
cultural, y de otro, una dimensión educativa y práctica, inmersa en la
necesidad de combatir con hechos estas deficiencias.
El fondo cultural se basa en reconocer que un
problema tiene dos caras y que si la satisfacción adecuada de la necesidad de
subsistencia resulta para la comunidad, su mayor problema, es precisamente la
experiencia ganada en esta búsqueda, la que constituye su mayor potencialidad.
La diversidad de oficios, profesiones, saberes y valores conforman esta
potencialidad, y en tanto formas validadas de cómo la comunidad a lo largo del
tiempo ha construido estrategias para resolver su necesidad de subsistencia,
son elementos a tener en cuenta y a ser fortalecidos por la educación.
Se busca, en otras palabras, no desgastar a la
comunidad en algo nuevo que podría eventualmente no resultar bueno, sino dar cuenta de las formas cómo la
comunidad subsiste para, de acuerdo con el contexto actual, fortalecerlas. La
idea anterior, no excluye la generación de formas de subsistencia relativamente
nuevas; pero estas, desde luego, pueden generarse a partir de las
primeras.
El fortalecimiento de las formas como la comunidad
subsiste es básicamente un proceso
educativo que implica la generación, construcción o adquisición de
conocimientos, necesarios para el mejoramiento de las mismas, y un proceso
productivo, preferentemente de tipo cooperativo, en el que la comunidad une sus
esfuerzos y canaliza otros más, en
función de operar lo aprendido y en función de mejorar lo que produce, lo que
consume, las formas de hacerlo y los aparatos que utiliza. Todo esto, en razón
de su bienestar personal, familiar y social.
Del mismo modo, con relación a la generación de
espacios para la diversión, la comunidad cuenta con formas históricas para pasar la vida agradable.
Estas formas históricas han sido, de un lado, olvidadas por el auge de
los medios de comunicación especialmente por la televisión que logra el
efecto mágico de encerrar a las familias en el cuarto, quitándoles la
posibilidad de interacción con los demás, y
de otro, mercantilizadas y también desplazadas, por la aparición de nuevas
formas de diversión, excluyentes, agenciadas por el consumismo.
Las comunidades se encuentran aburridas y parte de
este aburrimiento se expresa en la pérdida de espacios y motivos de encuentro:
el paseo, la fiesta, el festival, el encuentro de grupos, la música, las
celebraciones de la navidad, las fiestas
tradicionales, el festival de cometas, los campeonatos de fútbol, las
despedidas de diciembre en las escuelas, los cumpleaños, las caminatas, el
ciclismo, la celebración de los reyes magos, el parche de la esquina, las
reuniones para contar chistes y hacer arroz, las mingas de trabajo, las
asambleas de la Junta[2], etc., son sólo buenos recuerdos de otros
tiempos que han sido cambiados por el billar, el sapo y las novelas de Caracol
y RCN, pero sobre todo por la inmovilidad.
Buscar que la comunidad vuelva a divertirse, volver
no a repetir, pero si a generar, de acuerdo con el momento estos espacios, es dar vida a la misma y preparar su conciencia colectiva para que
tenga la posibilidad de renovarse y desplegarse con toda su creatividad, a
procesos organizados de trasformación y cambio social. Se esconde en cada una de
estas actividades un gran potencial para la construcción de solidaridad,
afecto, hermandad, respeto e identidad necesarios para cualquier proceso
de cambio.
La dimensión educativa de los
planes de vida
Ya se ha venido mencionando que un plan de vida es
básicamente un gran movimiento de personas, grupos e instituciones, enfrentando
pacífica y positivamente los conflictos, construyendo sueños y modos de vida caracterizados por la
solidaridad, la cooperación, la creatividad, el respeto, el optimismo, la
tolerancia y en general, por el establecimiento de relaciones afectivas, no
dominadoras, tendientes a la satisfacción adecuada de las necesidades básicas
fundamentales, constructoras de tejido y
movilidad social.
Una visión tradicional del trabajo comunitario y de
la educación nos diría, sin embargo, que el proceso de movilizar a la comunidad para que satisfaga
por sí misma, estas necesidades básicas fundamentales, debe comenzarse por la
concientización, que deviene luego en
organización y después en trabajo
concreto. La cuestión, sin embargo, no es tan simple. Ya se ha venido
reflexionando acerca de las dificultades que impiden que un trabajo educativo,
tendiente a un plan de vida, pueda efectivamente, empezarse por este camino.
Son muchos los grupos de personas que hoy en las
comunidades pobres tratan de impulsar o facilitar la gestación de planes de
vida; sin embargo, y por esta imprecisión metodológica no muestran grandes
avances y han provocado cansancio y mayor desesperanza a la comunidad.
Las constantes reuniones de concientización y la
repetición y repetición de los problemas buscando la organización y
movilización comunitaria, no han logrado sus efectos y han provocado, al
contrario, mayores tragedias a las
personas, que ven desmejorada su calidad de vida, por el costo de oportunidades
que tiene la asistencia a estos eventos[3].
Bien es cierto que debe la educación provocar un
antes, un durante y un después, pero la entrada al trabajo con la comunidad
para el diseño y la gestión de un plan de vida no comienza con la reflexión
sino con la acción y esta, sólo tiene posibilidades, si convoca a la comunidad
para resolver una necesidad real de subsistencia o diversión. Es decir, si
interviene de manera inmediata la pobreza y el aburrimiento.
Desde el punto de vista de la acción, resolver esta
necesidad quiere decir, hacer que las personas produzcan más, consuman menos y
con mayor calidad, y generen ahorro que puedan, de manera sostenible y
solidaria, utilizarlo en la satisfacción de sus necesidades inmediatas.
Las empresas cooperativas, los mercados
comunitarios, los mercados solidarios, las mingas, el intercambio de productos,
los almuerzos comunitarios o entre grupos de familias, la autoconstrucción de viviendas,
la marcha del ladrillo, la marcha de la piedra, la marcha de la teja, la
agricultura urbana, los paseos, las celebraciones, las jornadas
deportivas, y todas aquellas formas
inimaginadas que impliquen mayor producción, menos consumo, ahorro y diversión para las familias, y que
puedan estructurarse y ejecutarse de forma permanente, pueden ser tenidas en
cuenta para estos propósitos.
¿Cuántas casas se podrían mejorar o construir
con las tejas, ladrillos, piedras o maderas
que se esconden en los patios de las casas? ¿Cuánto dinero podemos
ahorrarnos y cuánto más alimentarnos y divertirnos haciendo un almuerzo
comunitario? ¿Cuánto más podemos
producir y ahorrar en trasporte,
materias primas, funcionamiento, administración, mercadeo, etc., si trabajamos
cooperativamente?
Son estas, las preguntas que pueden ser resueltas,
durante y después de la acción por la misma comunidad y que constituyen el
trabajo educativo ligado a la satisfacción inmediata de una necesidad.
Sólo así, uniendo esfuerzos y recursos para la
producción, consumo, ahorro y satisfacción de necesidades concretas en personas
concretas, puede darse paso a un proceso reflexivo - educativo que actúe como incubadora para un gran movimiento social.
Para el aspecto productivo de tipo cooperativo, por
ejemplo, debe buscarse, en primera instancia, la satisfacción de un consumo
local, y después, de acuerdo con las potencialidades de la comunidad, la
satisfacción de un consumo externo de carácter zonal, nacional o internacional,
que pueda constituirse en posibilidad de ingreso para las familias.
La unión de esfuerzos y recursos no se suscribe
aquí a los recursos, convencionales o no
convencionales[4] con
cuenta la comunidad, sino también, a la unión de esta misma clase de recursos
en las esferas municipales, departamentales o nacionales de carácter privado o
estatal.
El trabajo educativo gira, en torno a la
identificación de las posibles formas asociativas, de tipo empresarial con
cuenta o pueden generarse en la comunidad, la capacitación, operación y
acompañamiento de las mismas.
Las personas que lavan y planchan ropa, las
empleadas domésticas, los que venden frituras, los mazamorreros, panaderos, las
mujeres que venden tortillas, las personas que barren y hacen reciclaje, los mensajeros,
agricultores, lustradores de calzado,
recolectores de café, las personas que venden cosméticos, las empleadas de
bares y restaurantes, los meseros, zapateros, motoristas, ayudantes de carro, monitores de deporte,
latoneros, niñeras, acompañantes de personas mayores, tenderos, veleros,
cantineros, constructores[5], etc.,
son algunas de estas posibilidades que
pueden pensarse, dividirse e integrarse en función de procesos productivos de
tipo cooperativo.
La educación
ligada aquí a la producción contribuye a hacer una valoración, organización,
capacitación, montaje y seguimiento permanente de una gran empresa solidaria,
que a manera de sistema, sepa qué tiene para darse y qué tiene para dar y
recibir del exterior, de acuerdo con su cultura y requerimientos básicos.
El cómo producir y vender, y el cómo consumir y
comprar para lograr un beneficio de grupo,
se convierten en ideas guías que si bien se ubican en el esquema del
capitalismo dominante, sufren una alteración en tanto ganancias, capital y
beneficios se distribuyen de manera equitativa para todos. Además, el
valor del trabajo solidario y con
tecnologías más rudimentarias pero más humanas, incentiva el principio de
corresponsabilidad, con efectos positivos para el medio ambiente y la
disminución de la violencia.
El juego de integrar y desintegrar oficios, profesiones,
saberes, habilidades y actores sociales, con el fin de fundamentar un trabajo
cooperativo lleva a considerar igualmente en la educación su aspecto
democrático.
No se desea, desde luego, que esa gran empresa
cooperativa, que debe ser la comunidad, se dedique a una sola cosa, sino que
todos y todas, desde lo que saben y pueden hacer, logren la unidad desde la
diferencia; es decir, se integren al carro de la producción, el consumo, el ahorro y la diversión a partir de lo que cada uno son.
El
fortalecimiento de cada persona, de cada grupo y de la comunidad cooperativa en
general, a partir del respeto de las diferencias, haceres y saberes, se
convierte en riqueza de la comunidad
para lograr de manera adecuada subsistir y trascender hacia la búsqueda
y satisfacción plena de lo humano.
El trabajo educativo no formal ligado a la producción y el trabajo educativo
informal desplegado en lo cotidiano de la comunidad, se vuelven sobre sí
mismos, para redireccionar y fortalecer el movimiento social y sus procesos de
develamiento de la realidad.
El complejo ejercicio de conocer la realidad, da
paso a la cuantificación, cualificación, graficación y análisis participativo de
problemas y de soluciones que se
convierten en currículo y se ligan al desarrollo de la comunidad. La educación es
el alma misma del plan y la fuerza permanente que se da a la tarea de pensarlo,
accionarlo y evaluarlo en función de sus propósitos.
El plan posibilita la organización y
fortalecimiento de las organizaciones: escuelas, Juntas de Acción Comunal,
familia, grupos de jóvenes, grupos de la tercera edad, sectores productivos,
madres cabezas de familia, grupos
artísticos, grupos de deporte, madres
comunitarias, etc.; y las organizaciones posibilitan el fortalecimiento y la
gestión del plan: concejales, deportistas, profesores, empresarios, artistas,
excelentes familias, mejores alumnos, mejores vecinos, mejor comunidad son el
resultado evidente, nunca terminal, de esta actividad
La creatividad en los planes de vida
Por último, este trabajo educativo ligado a lo
productivo y a lo recreativo para la organización y movilización comunitaria en
torno a un plan de vida debe nutrirse de la creatividad
Bien es cierto que la reproducción y el
perfeccionamiento constante de los procesos y de los aparatos, nos han influido
a tal punto, que pensamos a veces, que
no existen otras posibilidades para ver y hacer la vida, pero bien también es
cierto, que ha sido la creatividad, patrimonio humano y valor de nuestras comunidades, la que ha mostrado otros caminos.
La creatividad, o mejor ser creativo, no significa
necesariamente crear algo nuevo, algo que revolucione la ciencia, un gran
invento, con el cual se pueda ser rico, alcanzar estatus o tener un
reconocimiento. Ser creativo también tiene que ver con resolver de manera
adecuada los problemas utilizando los pocos recursos que se tienen. La
creatividad se nutre de la imaginación y de la capacidad de soñar pero sobre
todo del deseo y las ganas de vivir.
Contrario a lo que se creía, la creatividad no es
un valor escaso en las comunidades, sino abundante y ha ayudado a sobrevivir.
De la creatividad de los pintores, músicos, poetas,
artesanos, bailarines, cantantes, que proliferan en las comunidades; de la creatividad de las amas de casas que con pocos ingredientes
preparan el alimento de sus hijos, de
los obreros que aprenden rápidamente su
oficio, de los deportistas que
improvisan escenarios y eventos
deportivos, de los jóvenes, niños, adultos, de las personas mayores que
se resisten a morir sin antes haber dado su lucha. De esta creatividad debe
nutrirse el plan de vida. Creatividad para hacer y pensar la educación, la
recreación, la producción, el consumo. Creatividad para intervenir la
creatividad de la comunidad en función del diseño y la gestión del plan de
vida.
Hugo Hurtado
Valencia. Santander de Quilichao, Diciembre de 2005
[1]
Estos son algunos problemas identificados por la gente de los barrios Villa del
Sur, Los Guabos, Campito, Nariño, La esperanza; Santa Inés, Antonio Nariño y El
Tajo. Zona Urbana del Municipio de Santander de Quilichao. En estas comunidades
se trabaja la formulación y gestión de un plan
de vida
[2] Ibídem
[3] Entrevistas
informales a miembros del cabildo urbano de Santander de Quilichao, Cauca.
Agosto de 2003.
[4] Recursos
convencionales, los de carácter material El dinero, los aparatos, la
tecnología. Recursos no convencionales. Los saberes, los valores, la
solidaridad, etc.
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