José Eustasio Rivera: SU VOZ, DESDE LA SELVA

Por: Hugo Hurtado Valencia

Septiembre 19 de 2016

Colombia es una vorágine, “un mar de sentimientos intensos desbordados”. En su geografía de mujer lo extremo desajusta lo normal y lo creíble en ese soterrado primer cuarto del Siglo XX postindependista.

José Eustasio cuerpo y fatiga en esos años convulsos, toma lápiz y papel y escribe: “jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”. En la cima de esa nube frenética en la que él vive. En el lomo de esa bestia ordinaria con la que él lucha, marcha por arbustos y llanuras, por pastos y soles desbocados a encontrarse con  la muerte. Va como su alter ego Cova. En el camino el trote lento del caballo, la piel tierna de Alicia siempre ausente, sus quejas vastas y  desmerecidas. ¿Qué piensa de su suerte? Para quién asume el destierro, huir  acalla la memoria, cambia la paz por la aventura y la comodidad por la guerra.

Con él resoplan pues sin riendas los ensueños. Irrigan los celos las concavidades más íntimas. Surgen los deseos de matar y entregar todo al azar, en los números  limitados de los dados que trazan irascibles los destinos del hombre.

A ese lugar de desencuentros hacia donde él va, nada vale ya la pena. La traición se castiga con la muerte y Cova como la historia colombiana ansía la venganza. En ríos tormentosos nada; sufre la fiebre y la miseria, somete a otros y se somete él, entre  la carnicería de los mercaderes y los ruidos de criaturas inimaginadas que figuran la selva. 
   
Cova o José Eustasio o como se llame testimonia esa otra Colombia. Su voz es una fotografía del pasado que aún truena. Su Vorágine habla de lo que otros no hablan. “Son tiempos de paz” dicen e inician las perforaciones petroleras e inundan con café y frutas tropicales otras patrias. El optimismo ciega en esos tiempos hasta los mejores hombres. Él, sin embargo, escribe otra historia. La suya no trasmuta el iris ni disfraza la felicidad. Es una historia real, el genocidio de nativos en la Orinoquía, el exterminio de la selva y de los animales en nombre de la modernidad.

Escribe, escribe pues viajero claman los sangrantes árboles. Retrata vuestros ojos, pide enrarecida la luz y  todo se convierte en tormento. En sus sombras serpentea vanidosa la muerte, su látex sepulta con sus manos al cauchero y se vacia desbordada hasta ser devorada por los peces, en la inmensidad de la selva.

José Eustasio, ahora que la parálisis no te deja decir nada, que tu voz es lección de violencia no olvidada. Una canoa navega en dirección opuesta, a esa selva atormentada de la que tú no saliste.

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