Por: Hugo Hurtado Valencia.
Magister en sociología. Universidad del Valle.
Profesor de la Universidad Cooperativa de Colombia.
Catedrático de la Universidad Autónoma de
Occidente.
Septiembre 11 de 2016
Concedamos oportunidad a
la paz. La tarea es grande y requiere - además del acuerdo político- trasformar
el ser de las personas para que
comprendan, perdonen, acepten al que se presenta diferente y reconstruyan.
Diversas y creativas
estrategias pueden movilizarse para cumplir esta labor: dedicaré esta reflexión
al arte.
En el arte, las
vivencias y experiencias negativas de la guerra, pueden transformarse a partir
de procesos expresivos, reflexivos, que lleven a los colectivos a utilizar la creatividad
para comunicar o percibir las experiencias sensibles de sí mismos u otros, sin
causar daños.
Para quien se expresa,
el arte permite auscultar, libre y profundamente su estructura sensible,
conocer sus sentimientos, manejar y formar otros, relacionados con creatividad,
armonía, esperanza, utopía, amistad, solidaridad, diálogo. Conocerse uno es condición para
conocer a otros, decía Sócrates.
Para quien aprecia la
obra artística, la mayor ganancia es reconstruir su personalidad a partir de la experiencia
estética sensible. Distinta a la experiencia científica, religiosa, ética o de la guerra, la experiencia estética
posee en su estructura tres elementos transformadores: acoge libremente y con respeto,
va al encuentro y establece intimidad.
El primer elemento, ayuda a apreciar la obra artística, pero también realiza el pluralismo, la democracia y el respeto a la biodiversidad que demandan
los colombianos. El respeto implica el “yo”, el
otro, los otros y necesariamente transforma.
Con relación al
segundo, quien va al encuentro de la obra artística para gozarla, reflexionarla
o reedificarse, genera relaciones
equitativas que no ven al otro, a los otros y al planeta como oportunidades
para explotar, dominar o sacar provecho personal; actitud utilitaria que tanto
daño causa. Más vale, quien va al encuentro abraza, reconoce, acaricia, hace el
amor y no la guerra, como decían los jóvenes en los años sesenta y tenían
razón.
Por último, cuando se intiman
o perciben sentimientos: belleza, fealdad, comicidad, tragedia. La obra de arte genera comunicación verdadera, comunicación que transforma. Quienes aprecian y quienes crean, se forman como decía Hegel, “desde el ser y para el ser”.
Los seres humanos,
específicamente los colombianos,
estructurados en su ser colectivo, a partir de la experiencia religiosa,
científica -positivista- o la guerra, han construido patrones de
comportamiento intolerante, materialista e instintivo, por lo que requieren estrategias
desde el arte o más ampliamente desde la estética, que canalicen los torrentes
de la creatividad social y los dirijan hacia el logro de objetivos comunes de los cuales depende la supervivencia, como es el caso de la paz.
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