“LA FLOR DE LAS IDEAS FIJAS…”


Por: Hugo Hurtado Valencia.
Magister en sociología. Universidad del Valle.
Profesor de la Universidad Cooperativa de Colombia.
Catedrático de la Universidad Autónoma de Occidente.
Agosto 28 de 2016   

…Emil Ciorán, el escéptico filósofo rumano, utilizaba esta expresión para referirse a personas, sistemas de pensamiento y gobiernos cuyas ideas se negaban a cambiar. Los defensores de las ideas fijas, sostenía el pensador, generan violencia en tanto se niegan a escuchar, reconocer al otro y cambiar cuando la fuerza de los argumentos lo requiere.

Favorablemente el mundo viene cambiando y los defensores de las ideas fijas son cada vez menos. La iglesia católica, por ejemplo, la institución más conservadora, ha flexibilizado posiciones entorno al cielo e infierno, homosexualidad y tolerancia a otras creencias y autoridades religiosas. En política, posturas radicales socialistas y capitalistas tienden a disminuir y lo mismo puede decirse de los movimientos feministas, etnocéntricos o sindicales. La tendencia es reconocer que la afirmación de uno, no constituye la negación del otro.

A pesar de estos avances quedan en el mundo fracciones fundamentalistas, conflictos que parecen irreconciliables y fanatismos de todo tipo que dañan a la población.

En Colombia los acuerdos de la Habana resultan esperanzadores, pues permiten deducir que las Farc, un importante sector industrial, militares, políticos y organizaciones sociales y eclesiásticas ceden a sus posturas, reconocen al otro y abren una puerta importante para la reconciliación nacional.

No sucede lo mismo con el paradójicamente llamado Partido Centro Democrático. Este grupo de personas que siguen en Colombia reafirmándose por oposición y negación de los otros, incluso del gobierno del Estado, representan la flor de las ideas fijas. Sus posturas expresadas con odio, irrespeto por el que piensa diferente y en muchos casos con ánimo propagandístico y politiquero, se convierten en una amenaza para la integración social.

Es claro que la complejidad del conflicto armado colombiano ha dejado muchas secuelas y que los acuerdos de paz no necesariamente deben dejar contentos a todos los colombianos. La democracia exige y requiere voces disidentes, pero también voces que interpreten el momento histórico, sean generosas y no mezquinas.

Actuar en complicidad con medios de comunicación nacional para reproducir el odio y los deseos de venganza no es un buen camino, ni para ganar votos, ni para aspirar a gobernar o expresar el desacuerdo. Utilizar el dolor de las víctimas y presentarse como el defensor de instituciones fundamentales para el Estado, como el Ejército y la Policía, tampoco. Estas entidades se necesitan, se requieren y deben ser siempre fortalecidas, a fin de  garantizar el Estado Derecho. Con ellas está prohibido hacer política. 

Las ideas fijas y el pensamiento colonial que la mayoría de estas personas defiende debe renovarse. El mundo ha cambiado y los líderes o quiénes así se proclamen, no tienen otra alternativa que actuar en consonancia con los deseos de progreso y pacificación de la mayoría de los colombianos.

Reactivar la producción agrícola, la seguridad alimentaria y en general la economía propia del país es anhelo de todos. Devolver a los niños y jóvenes de Colombia la esperanza y posibilidad de un futuro mejor, está en juego. Evitar que las madres y padres sigan teniendo hijos víctimas de la guerra es responsabilidad de todos. Dar apertura al perdón siempre es más elevado y valiente que alimentar el odio. Promover lo contrario sólo por defender ideas fijas es un error histórico.  

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