LA IDENTIDAD CULTURAL COLOMBIANA COMO PROBLEMA FORMATIVO


Sistematización de experiencia  

Por: Hugo Hurtado Valencia[1]  


INTRODUCCIÓN

El siguiente artículo se ocupa del problema de la identidad cultural colombiana, su importancia en la formación universitaria y las estrategias pedagógicas para hacerlo. El escrito basa su reflexión en la experiencia realizada durante el semestre 2015-2, en la Universidad Cooperativa de Colombia, Cali, Valle del Cauca. Indagar qué aportes hace esta experiencia a la comprensión del problema planteado es el objeto de este trabajo. El informe atiende a la siguiente secuencia: problema, práctica formativa, lecciones aprendidas y conclusiones.   

1.      LA IDENTIDAD CULTURAL COLOMBIANA COMO PROBLEMA FORMATIVO 

Por identidad cultural se entiende en este trabajo, la forma como “los colectivos sociales apropian la cultura, la expresan y logran reconocerse como lo que son, producto de las interrelaciones consigo mismos o los otros” (Marcús, 2011).  En la globalización, dos son los sentidos con los que se aborda este hecho: el  político y el formativo.

El sentido político se manifiesta cuando el Estado y su diversidad cultural se involucran en el reconocimiento de los derechos. El Estado integra  en los marcos jurídicos la diversidad cultural, pero es a las comunidades a quiénes corresponde hacerla efectiva.  La identidad cultural deviene así en lucha política. El Estado y quiénes le dirigen, desde la posición dominante; las comunidades, sujetas de derecho, desde su posición de subordinación.

El contexto cultural colombiano presenta estas características. Por una parte, indígenas, afrodescendientes y raizales emprenden batallas jurídicas y políticas por el reconocimiento de sus especificidades culturales. Por otra, el Estado, reconoce la pluri y multiculturalidad de la nación. La tensión y la búsqueda de acuerdos configuran el escenario político por excelencia.

En sentido formativo, el problema de la identidad cultural se plantea, sin embargo, diferente. En primer lugar, porque supone que un cierto tipo de saber, habilidades y valores pueden ser enseñados y aprendidos. En segundo lugar, porque conlleva a plantearse propósitos, metodologías, recursos y formas de evaluación definidos por políticas institucionales y fundamentos epistemológicos propios de las humanidades.       

Expresado lo anterior, la experiencia aquí presentada se orienta en función de este segundo sentido. Es decir, se ocupa del problema de la identidad cultural colombiana como problema formativo que, sin embargo, no desconoce lo político. La importancia de esta reflexión radica en la necesidad de compartir como maestros, prácticas que contribuyan al reconocimiento de las diferencias y a la convivencia pacífica, en el contexto de sociedades  pluri y multiculturales. 

Una pregunta central orienta la práctica formativa: ¿Quiénes somos los colombianos?

La hipótesis que se formula es la siguiente: la forma como la sociedad colombiana viene siendo definida, significada y expresada debe buscarse en la conjunción compleja de culturas que mezclan historias, tradiciones y formas de vida distintas, contradictorias y en constante interrelación y cambio, producto de la necesidad de convivir, resistir o integrase a la globalización.

2.    PRACTICA FORMATIVA      

Definida la pregunta orientadora, el desarrollo de la práctica formativa comienza delimitando los conceptos de cultura e identidad cultural. De esta manera desde el curso se entiende la cultura como: 

“el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias" ( UNESCO, 2012:4)

Y la identidad cultural como la forma en que tales rasgos distintivos, características, modos de vida, etc., son apropiados, subjetivados y expresados por los diversos grupos sociales. Tal apropiación, que no es igual para todos,  da lugar a diversas identidades, susceptibles de ser observadas y  analizadas en la perspectiva de comprender lo que somos y lo que nos diferencia de los demás. 

Más ampliamente, la práctica formativa considera perspectivas esencialistas, interaccionistas y fragmentarias de la identidad cultural (Cuche (1999), Taylor (1993), Hall (2003), Bauman (2003), Goffman (2001), Ortiz (1996) y Arfuch (2002a)) citados por (Marcús, 2011). Estas perspectivas permiten entender el sesgo esencialista que caracteriza a las comunidades étnicas a la hora de pensar en fortalecer su identidad, generan comprensión de las complejas interacciones multiculturales en los espacios urbanos y la emergencia de nuevas identidades en el marco de la revolución tecnológica y la globalización.   

Bajo este marco, se examinan documentos y fuentes literarias para escuchar de ellas las voces,  lo que dice y calla la gente, la manera cómo es representada la sociedad  colombiana y los significados que los lectores asignan. Así mismo, se reconstruyen trayectorias de comunidades indígenas, afrodescendientes y de culturas juveniles; se identifican tensiones, conflictos, formas de dominio y explotación, pero también imágenes, creencias, símbolos, resignificaciones  y posibilidades de expresión creativa por parte de los estudiantes. A continuación se presentan estos desarrollos, considerando las variables socio-históricas y estéticas.


2.1 ¿Quiénes somos los colombianos?: una breve mirada  a la historia

Para García Márquez (1994) lo que somos como colombianos debe buscarse en la historia. Antes del descubrimiento, “habitan en el territorio diversas culturas con identidades definidas y que involucran el arte en su cotidianidad” (p. 1). La conquista y posterior colonización genera el mestizaje y la imposición cultural que invisibiliza las diferencias y da lugar a una sociedad marcadamente desigual, segregada y discriminante.

Producto de esta circunstancia, los colombianos actuales se definen en función de tres herencias: la del indígena, la del español,  y la de los afrodescendientes. De los primeros, es probable, se heredan la astucia y la creatividad; de los segundos, el deseo de ascenso personal, el ser sentimentales, emigrantes, desbordados, violentos (p.3). De los últimos, el rasgo más marcado es la alegría. Estas mezclas étnicas, históricas, ideológicas, religiosas, idiomáticas y de visión del mundo estructuran el ser social e individual de los colombianos; unas veces, armónicamente; otras veces de manera conflictiva e ilógica. Los colombianos se mueven entre dos extremos: el amor y el odio, la alegría y la tragedia...    

Una imagen de ese espíritu contradictorio, la ofrece  José Eustasio Rivera (1924) en su obra: “La Vorágine”. En esta, Arturo Cova, el protagonista escapa con Alicia desde Bogotá hacia los Llanos y en ese tránsito, de realidad y ficción, revela la fotografía de un país diverso,  gobernado por la ley del más fuerte y cuyos personajes, sustraídos a veces de toda racionalidad, ceden a la violencia, a la ira, al odio para solucionar sus conflictos, en medio de un clima de incomprensiones.

Y la historia se repite cuando se examinan los partidos políticos. En el  curso se reflexiona qué tanto inciden estas ideologías en la forma de ser de los colombianos. Un acercamiento a la comprensión de este problema, lo ofrece la novela testimonial de Gustavo Álvarez Gardeazábal (1972) “Cóndores no entierran todos los días”. En esta, León María Lozano el personaje central, se permea tanto de los ideales conservadores que los defiende a capa y espada, pues se trata de “una cuestión de principios”. Lo mismo puede decirse de la antagonista, Gertrudis,  quién representa el ideal liberal. Hasta el tercer cuarto del Siglo XX los partidos inciden en la forma de ser de los colombianos y orientan en parte, la vida cotidiana. En el fondo, lo que está en el centro de la confrontación es la estructuración de la sociedad y del individuo bajo dos modelos socioculturales, el de la moral cristiana y el que se deriva de la ideología liberal.

El estudio de las trayectorias de las comunidades indígenas, afrodescendientes y de las culturas juveniles, aporta otros elementos para enriquecer la comprensión de lo que somos. En lo que respecta a los indígenas, sus formas de definirse y expresarse, actuales, guardan relación con los sucesos de 1492 y con la creación, en el siglo XVII, del resguardo. Hasta hoy, el resguardo es el elemento de resistencia alrededor del cual se define la identidad del indígena que, por oposición a la cultura dominante, busca fortalecer sus formas tradicionales de vida.

El resguardo es para las comunidades la madre tierra, el lugar donde habitan los seres superiores, el espacio sagrado y de conexión con los espíritus que, a través de los médicos tradicionales, mantienen la armonía hombre - naturaleza. El resguardo representa la vida para las comunidades indígenas y defenderlo es su prioridad, tal y como lo fue durante el surgimiento de la república, los inicios del Siglo XX, en los que emerge la figura de Quintín Lame y hoy. Por ello, más allá del estigma que algunos miembros de la sociedad descargan sobre estos grupos, una revisión de la historia ayuda a valorarlos y a tender puentes de comunicación interculturales que contribuyan al reconocimiento y  respeto mutuos.  

En la misma dirección y consecuencia de la discriminación racial a la que es sometida la sociedad colombiana (García Márquez, 2004) la mirada negativa recae también sobre los afrodescendientes. La visión sin embargo cambia cuando se recuerda la historia, la gesta libertaria y los aportes de estas comunidades al proceso independista; cuando se valoran expresiones como la danza, la música, la gastronomía y aspectos como la alegría y la religiosidad de estos pueblos.

Emergen aquí figuras como Benkos Biohó que cuenta la historia de Palenque; como la de Manuel Zapata Olivella (1964) que explica el origen africano de la cumbia; los cantos franciscanos expresados hermosamente por las mujeres chocoanas; los arrullos y alabaos que dan cuenta de una experiencia distinta de la actividad religiosa; la magia y los sonidos de la selva atrapados en tambores y marimbas; la alegría del pueblo, aún a pesar de problemas y limitaciones.

Y la magia de estas comunidades se amplía cuando se transita hasta San Andrés y Providencia. En esos lugares que también hacen parte de Colombia, los isleños se saben poseedoras de un legado cultural que conjuga elementos de Europa, África y América. El creole, esa mezcla de inglés y vocablos africanos, el cruce racial afro - europeo, la convivencia interreligiosa, los sonidos del reggae y del calipso, los sabores condensados en el rondón, el mar y la potencialidad turística son el mayor legado de los habitantes de estas islas, que les permite universalidad y diversidad idiomática.

Por último se encuentran los jóvenes: en las ciudades muchos de estos grupos poblacionales siguen apropiando, con diferentes matices, modelos de comportamiento derivados de las culturas juveniles emergentes en Europa y Estados Unidos después de la II Guerra Mundial. El Punk, el Heavy Metal, el Hip –hop, entre otras tendencias musicales, tienen sus expresiones en Colombia. Muñoz (2010) sostiene que las ideas anticristianas, anárquicas y en general contestatarias de algunos de estos grupos, así como sus estéticas, no pueden considerarse una mera reacción al modelo cultural predominante sino que son así mismo propuestas creativas que plantean nuevas formas de vida.

La diversidad de los jóvenes colombianos no se reduce sin embargo a las llamadas culturas juveniles; hoy, muchos jóvenes se organizan alrededor de la defensa del ambiente, los movimientos cristianos, el cuidado y protección de los animales, los grupos solidarios, etc., Al interior de las comunidades étnicas hay también grupos de jóvenes proponiendo nuevas formas de ser y existir.

En el contexto de la globalización emergen también las llamadas ciberculturas. Este fenómeno, de no más de 15 años para el país, transforma lenguajes, formas de comunicarse y ser de los colombianos (Muñoz, 2010). Conectados a un mundo virtual, los cibernautas establecen formas de sociabilidad caracterizadas por el cambio rápido y la simultaneidad en las comunicaciones. Los “nómadas virtuales” no siguen los patrones de comportamiento contestatario de las culturas juveniles pasadas y al contrario, adoptan múltiples formas de ser, estableciendo así identidades culturales fragmentarias.

La multi y pluriculturalidad es pues la principal característica de la identidad de los colombianos, característica que entreteje distintas formas de subjetivación en variadas épocas, que plantea rupturas y continuidades históricas, que devela contradicciones intergeneracionales y la riqueza como nación. Las consecuencias que derivan de esta forma de ser de los colombianos pueden no ser optimistas si se mira el pasado, pero muy esperanzadoras si se tiene en cuenta el presente. Los colombianos están aprendiendo a convivir y a valorar sus diferencias, proyectando al mundo, lo mejor. Deportistas, científicos, empresarios, estudiantes universitarios, hacen parte de estas renovadas expresiones.     

2.2  Las experiencias estéticas

El acercamiento a obras literarias y audiovisuales genera también experiencias estéticas que enriquecen la formación y dan lugar a diversas formas de expresión creativa. Estas experiencias, definidas como goce, placer, que perciben los participantes cuando aprecian la belleza, la fealdad, lo cómico o lo trágico que las obras de arte suscitan, se expresan en este apartado.

Textos como: “La Vorágine”, Rivera (1924); ¡Que viva la música!, Caicedo (1977); “Dile que morí de vieja”, Robinson (1975), “Cóndores no entierran todos los días”, (Gardeazábal, 1972) o películas como “Chocó”, Hinestroza (2011) generan reacciones trágicas y dan cuenta de historias de felicidad y de muerte, alrededor de las cuales se teje parte del ser de los colombianos.

Con Robinson (1975) esta historia es la soledad; la madre que a punto de morir espera al hijo. “Dile que morí de vieja” es su súplica. Entre ella y lo evocado, el mar, el agua salada que lleva y trae sus recuerdos, que atestigua el paso del tiempo. El inútil intento de su voz ya moribunda que desea comunicarse con su hijo.

En ¡Que Viva la música! la tragedia la encarna el propio autor. Su suicidio es aún motivo de culto; el mismo que él rinde a la música a través de la cual se narra la transformación de Cali y de su generación, atrapada entre el rock y la salsa. Son los años setenta, la  música es la ciudad redescubriéndose, rebeldía que evade temporalmente la muerte; tragedia que flota sobre el calor de la ciudad y sobre las melenas de Caicedo como una sombra. La música es esa muchacha joven y sensual que ama la noche, y suscita y experimenta las más bajas pasiones humanas.

Con otros matices, la música acompaña la cotidianidad y la tragedia del pueblo chocoano. En la película Chocó, por ejemplo, el trabajo diario, los rituales religiosos y las festividades, entre otros aspectos, se acompañan con música. Junto al panorama sonoro de la selva compuesto por el murmullo del río y los sonidos de la biodiversidad, los hombres y mujeres entonan cánticos para redimir las almas y reflejar sus sentimientos humanos. Condensados en la marimba y en el alma de los músicos, los sonidos de la selva se contaminan y dan cuenta de otra tragedia que marcha paralela a la pobreza de los habitantes de esta región: la minería ilegal.

Como monstruos metálicos, las retroexcavadoras arrasan las superficies boscosas, contaminan las aguas y sumergen a los mineros en un nuevo tipo de esclavitud para después quedarse abandonadas en la selva, como un cuadro triste de la modernidad, que empaña con óxido los bosques en otrora matizados de verdes.

Ave bicéfala, la tragedia también sobrevuela las épocas de la confrontación bipartidista y revela hasta dónde pueden llegar las sociedades cuando asumen las ideologías como normas orientadoras de la acción. El Cóndor, el personaje de la novela de Gardeazábal es uno más de esos tantos colombianos que se adjudican la defensa de una manera de ser que mezcla, de manera peligrosa, valores cristianos con formas de propiedad de la tierra y modelos de economía, familia y de Estado.

En esas tramas de violencia algunos estudiantes logran reconocerse. Sus narrativas ofrecen la figura del padre o abuelo autoritarios, la finca abandonada, “la marca que sus familias deben colocar en el sombrero para ser identificados como de uno u otro partido”. En otras posturas, se encuentra la reacción a la cultura machista.

Como signo trágico “el macho” aparece una y otra vez en la literatura abordada y en las reflexiones de los estudiantes. En La Vorágine, por ejemplo, las narraciones sobre la violencia y la depredación son cosas de hombres. En Chocó, Everlides, el protagonista, carga con el estigma que se confiere al macho, entre los chocoanos.

La vivienda, los puentes colgantes y las botas panteras de mineros y mineras son también recreados de manera estética. Aparecen aquí escritos fantásticos acerca del “Puente San Francisco”, “Los botaliens” y “La casita ardiente”, etc., inspirados en las imágenes de la película Chocó (Ver anexo I). 

El proceso escrito para estas creaciones artísticas desarrolla cuatro etapas: lluvia de ideas, selección de ideas a desarrollar, organización de la macroestructura y proceso escrito (Martínez, 2004). Distinto a la escritura de textos expositivos, la escritura de relatos y de cuentos genera en los estudiantes el deseo de leer y compartir sus producciones. Algunos estudiantes descubren potencialidades para escribir y otros desarrollan hipertextos, cuentan historias ya conocidas trasladando contextos y significados.

En general los ejercicios de acercamiento estético - que se generan en las últimas fases del curso- permiten explorar otras formas de conocer y apropiar conocimientos relacionados con el ser de los colombianos. La diversidad de imágenes, narrativas y sonidos sirven de base para posteriores estudios que adopten entre otros, la estética como parte de una indagación en la que sea más importante la reflexión y las expresiones creativas que las respuestas acabadas.  

         
3.      LECCIONES APRENDIDAS

Con relación a los interrogantes planteados, la experiencia deja aprendizajes que se resumen en lo siguiente:

Primero, la identidad cultural colombiana se concibe como un campo amplio de indagación que no se agota en el estudio de la configuración histórica de lo que hoy somos, ni en su acercamiento estético. La filosofía, la religión, la ciencia e incluso el mito como formas válidas de conocer y acercarse a comprender la realidad, también tienen mucho que decir.  Valorando, sin embargo, las posturas adoptadas para el desarrollo del curso, la historia permite a los estudiantes entender comportamientos y formas de expresión de comunidades indígenas y afrodescendientes hoy; posibilita repensar, en parte, formas de ser de ellos y sus familias, incididas por ideologías y hechos sociales, políticos, económicos y culturales que subjetivan y objetivan de manera particular a los colombianos.

Estéticamente, la experiencia contribuye a apreciar obras de la literatura colombiana y a rescatar del olvido o del anonimato, autores como José Eustasio Rivera,  Lenito Robinson, Quintín Lame o Zapata Olivella.  Aquí la historia no se estudia a través de la literatura sino que la historia amplía el contexto y por tanto la comprensión de las obras. Es más, algunas obras despiertan el interés de los estudiantes sólo cuando son recreadas en sus contextos históricos.

Algunos jóvenes se motivan y expresan espontáneamente la forma de vida del lugar donde proceden; otros invitan a la clase, representantes de la comunidad afrodescendiente o se muestran interesados por conocer más de la obra y de la historia que desconocen. Considerando estudiantes y carreras, hay más receptividad en los de Administración, Derecho e Ingeniería de Sistemas y menos receptividad en los de Psicología y Contaduría. En este último grupo, sin embargo, la experiencia origina un interesante proceso de escritura motivado en la necesidad de mejorar los resultados en las Pruebas Saber. Con relación a los estudiantes de Psicología el interés disminuye en la medida en que aumentan las exigencias académicas en áreas consideradas fundamentales o cuando se pierde la continuidad de las clases por los días festivos. Estas situaciones conllevan a implementar metodologías flexibles y actividades independientes que ayuden a superar dificultades.

Segundo, frente a la importancia de formar personas con capacidad para reflexionar lo que somos como colombianos, el curso aporta a la construcción de ciudadanía y al desarrollo de competencias interculturales, de lectura crítica y comunicación escrita. Con respecto a la ciudadanía, el aporte se da en términos del reconocimiento, valoración y respeto por las diferencias que nos identifican como Nación. Así mismo, el entorno multicultural exige el desarrollo de capacidades para trabajar con personas de distintas culturas, especialmente en sectores económicos ligados a la producción y prestación de servicios, donde se requieren habilidades para el trabajo en equipo, el diálogo y la comunicación permanentes.

La otra  parte de la formación enfatiza el desarrollo de procesos lectores y escritores. En esta parte, el análisis de los resultados de las Pruebas Saber 2014-1 muestra que en lectura crítica 59,4% de estudiantes se clasifican en el nivel I, mientras en comunicación escrita 54,4% alcanzan niveles 3 y 4; es decir, niveles bajos y medios, de 8 niveles posibles (ICFES, 2015). En respuesta a los anteriores resultados el curso enseña pautas para la escritura de textos expositivos y menor medida narrativos. Los temas de  escritura son definidos por el profesor de acuerdo con los objetivos del curso. La extensión de cada texto no excede una página, se exige coherencia y originalidad. Inicialmente, algunos estudiantes plagian textos completos y reciben por tratarse de pre-escrituras, la respectiva reconvención pedagógica. Las formas de citación y bibliografía en esta primera parte, no son abordadas, porque otros cursos se dedican a ello. En general, aunque el avance en procesos de escritura es reconocido por los estudiantes, quedan problemas teóricos y metodológicos por resolver. Los procesos de lectura y escritura tienen sus propias lógicas, es decir sus propios dominios conceptuales, metodológicos y de evaluación que deben ser involucrados como tal en el desarrollo de los cursos.             

Por último, en relación con las estrategias pedagógicas, el curso desarrolla enfoques de pedagogía conceptual, afectiva y social. La secuencia didáctica construye el concepto de identidad cultural a través de un mentefacto; realiza, a partir de lecturas y películas, el análisis de las obras y de su contexto histórico; promueve procesos de lectura y escritura, socialización de las producciones de los estudiantes y evaluación. El trabajo se complementa con conversatorios dirigidos a motivar a los estudiantes, facilitar el trabajo en equipo y la inclusión.  

Lecturas de textos como la Vorágine y ¡Qué viva la música! presentan dificultades por el tiempo de dedicación a la lectura. La proyección de películas en las aulas de clase genera también algunas anomalías: algunos computadores no funcionan, y aunque se dispone de video-proyector, se limita por falta de los equipos adecuados para la experiencia audiovisual. Por otra parte, la universidad no dispone de recursos audiovisuales, por ejemplo, películas y es el profesor quien debe proveerlos. Tales limitaciones no impiden sin embargo, el normal desarrollo del curso.  

CONCLUSIONES 

Realizadas las anteriores reflexiones, entorno a la identidad cultural colombiana, la importancia de su formación y las estrategias pedagógicas para hacerlo, la experiencia desarrollada muestra que la pregunta por el ¿Quiénes somos los colombianos? es un interrogante válido, alrededor del cual pueden generarse múltiples ejercicios formativos que vinculen, entre otros aspectos, investigación, lectura crítica, comunicación escrita y desarrollo de competencias interculturales que, finalmente, incidan en la trasformación del ser humano, sujeto de la formación. Tal interrogante y la búsqueda de respuestas, exige también miradas complejas que integren distintas formas de construir el conocimiento y comprender la realidad. Para el caso,  las miradas socio-histórica y estética, por cierto ya amplias, permiten delinear propósitos y acciones formativas, sin embargo, demuestran también que privilegiar sólo una manera de ver y entender las cosas limita la actividad formativa. Por otra parte, los procesos de lectoescritura, desarrollados de manera paralela no siempre logran ser articulados de manera armónica. Derivado de lo anterior, en distintos momentos, el curso enfatiza más en el leer y escribir que en procesos de construcción de conocimientos, habilidades y valores ligados a la identidad cultural misma. Teóricamente se supone que si se lee y escribe sobre estos temas el problema está resuelto, pero no es así, puesto que estos procesos contienen sus propias exigencias didácticas. Así las cosas, la experiencia muestra bondades pero también desventajas sobre todo cuando se orienta hacia diversos propósitos formativos. Los próximos cursos de Humanidades, centrados en la imagen, la literatura y la música deben resolver la disyuntiva de si privilegiar en la formación las competencias propias del campo objeto de reflexión o dar importancia a los procesos de lectura y escritura o enfatizar en ambos. En todo caso y dado que su abordaje en términos de enfoque epistemológico se postula desde la mirada estética se sugiere ampliar la mirada hacia abordajes complejos, en los que la historia, la filosofía, la religión y el arte mismo tengan mucho que decir.     

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aneas, Álvarez María Asunción (2005). Competencia, conceptos, efectos e implicaciones en el ejercicio de la ciudadanía. Revista Iberoamericana de Educación (OEI) No. 35/5, Facultad de Educación. Universidad de Barcelona, España. p. 1-10. Disponible en. http://www.rieoei.org/deloslectores/920Aneas.PDF
Caicedo, Andrés (1977) ¡Que viva la Música!  Versión digital. Disponible en:  http://letras.s5.com/quevivalamusica.pdf
Álvarez, Gardeazábal Gustavo (1971). Cóndores no entierran todos los días. Plaza y Janes. Bogotá D.C

García Canclini, Néstor. Culturas Híbridas, Estrategias para entrar y salir de la Modernidad, México D.F., Grijalbo, 1989. Disponible en:  http://unila.edu.br/sites/default/files/files/CANCLINI.pdf

Heller, Ágnes (1970) Sociología de la Vida Cotidiana. Ediciones Península. Barcelona  (Traducción José Francisco  Yvars y Enric Pérez Nadal, 1977).
Lame Quintín. Los pensamientos del indio que se educó en las selvas colombianas. Biblioteca del Gran Cauca. 2004
Marcús, Juliana (2011). Apuntes sobre el concepto de identidad. Intersticios. Revista sociológica de pensamiento Crítico. Volumen 5. Universidad de Buenos Aires.  

Márquez, García Gabriel (1994). Por un país al alcance de los niños. Misión Ciencia, Educación y Desarrollo. Bogotá. D.C.

Martínez, M. C. (2004). Estrategias de lectura y escritura de textos: perspectivas teóricas y talleres. Cali: Universidad del Valle.

Muños, González German (2010).De las culturas juveniles a las ciberculturas. Revista educación y ciudad No. 18.  Disponible en: http://www.idep.edu.co/pdf/revista/Revista18.pdf

Rivera José Eustasio (1924). La Vorágine. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá. Disponible en: http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/libros/brblaa619043.pdf
  
Robinson, Lenito (1975) Dile que morí de vieja. En Sobre Nupcias y ausencias, y otros cuentos.      Biblioteca            de literatura    afrocolombiana.                              http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/88090/07-Lenito_Robinson_Bent_Sobre_nupcias_y_ausencias.pdf
UNESCO (2002). Declaración Universal sobre Diversidad Cultural. Una visión, una plataforma conceptual, un semillero de ideas, un paradigma nuevo. p. 4. Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001271/127162s.pdf
Zapata, Olivella Manuel. Los negros palanqueros en: Por los senderos de sus ancestros, recopilación de Alfonso Munera. Biblioteca de literatura afrocolombiana.  Disponible en: http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/88067/18-manuel-zapata-los-senderos-de-los-ancestros.pdf











Anexo 1:

Remembranzas de un puente colgante


Sandra Milena Rangel Cote
Liseth Angulo Saa
María Camila Gallego González [3]

Soy el puente San Francisco y nací en 1996 en época de verano; fue un día donde el sol resplandeció y la población se encontraba eufórica porque era el día anhelado. Yo era el símbolo de unión entre dos pueblos. Lo recuerdo como si fuera ayer y me lleno de nostalgia al recordar los estallidos de la pólvora, los músicos que tocaban sus instrumentos al son de unas notas muy alegres, los niños jugando con las bombas, hombres y mujeres brindando por mi llegada.

¡Qué grandiosas fueron aquellas épocas! Yo tenía como cinco años cuando llegó por primera vez una fuerte creciente, por esos días los hombres del pueblo que se reunían en mi entorno jugaban dominó y apostaban la botella… jajajajaja… Qué gracioso era escuchar sus anécdotas y ver lo asustados que se ponían cuando llegaban sus mujeres y se encontraban con que habían perdido hasta lo del mercado; pero con aquellas crecientes también sufrí porque en cada una de ellas, mis bases se iban  debilitando, así como las ilusiones de las mujeres del pueblo que no veían un futuro prominente; sin embargo, los niños pasaban junto a ellas jugando con sus llantas, sin darse por enterados de todo lo que estaba pasando.

Ayer…, ayer fue el peor día de mi vida, llevaba dos días lloviendo fuertemente, el cauce del río estaba más crecido de lo normal; al atardecer un crujiente sonido vaticinaba lo que sería mi prueba final. Mis bases con el pasar de los años habían quedado descubiertas y la avalancha acabó con lo poco que quedaba de ellas...ummmmm…. hoy el pueblo está desolado, no solo por lo que pasó con ellos, sino porque a pesar de sus esfuerzos por intentar recuperarme, mis cimientos ya no eran los mismos, estaban derrumbados, fue así como se tomaron la decisión de reemplazarme. Ya no sirvo, ya por mí no pueden pasar; solo me quedan los recuerdos y ver desde mis despojos el nacimiento de quien será de ahora en adelante “El Nuevo San Francisco”.


¡Los Botaliens nos invaden!
(Fragmento)
Por Andrea Bate García [4]
…“María no podía creer lo que los residentes afirmaban sobre cómo llegaron las botas pantaneras a la región, entre tantas historias más, le contaron que en las afueras del pueblo existía un árbol de caucho, del cual cada año brotaban frutos y curiosamente siempre eran botas pantaneras. También escuchó que hacía muchos años había en el pueblo un niño que tenía el poder de materializar todo lo que se imaginaba, y una vez un grupo de aldeanos le pidieron algo que les permitiera proteger sus pies de las inclemencias de la selva, el niño imaginó unas botas pantaneras y después de esto todos los chocoanos fueron a pedirle su respectivo par. Finalmente, una vieja que pasaba y escuchó el debate les dijo a todos que estaban muy equivocados, ya que el hueco no era por ningún Gusanosaurio ni mucho menos, era porque un meteorito había caído del cielo y cuando fueron a ver lo que sucedía se encontraron con miles y miles de botas pantaneras”…


¿QUIEN SOY  COMO COLOMBIANO?
(Fragmento)

Huber Correa Higuita
Ingeniería de sistemas
Universidad Cooperativa de Colombia

Ahora bien, toda esta historia no es ni la mitad de lo que día a día me forjó como persona; pero si parte crucial del  entorno que construyó mi identidad como colombiano, definiéndome como  un valluno de sangre paisa, que sueña con la paz de un país que está cansado de tanta guerra sin sentido, y al que le  llena de patriotismo ver triunfar a colombianos en el exterior como Juan Pablo Montoya, Shakira, Sofía Vergara, y un sin fin de artistas, científicos y deportistas que muestran el lado bueno de este país, llenando nuestro corazón de amor por esta tierra. Una persona que en su niñez trabajó en el campo, como lo hacían nuestros antepasados, un luchador que no se detiene en búsqueda de sus sueños y metas. Desde muy niño la violencia determinó el rumbo de mi familia, pero forjó un camino y una identidad en búsqueda de un mejor futuro. A los colombianos se nos define como personas luchadoras, audaces, ágiles en los negocios y a veces violentos, pero este último es un capitulo que todos los colombianos queremos cerrar, dejar atrás esa herencia de crueldad y sangre.

¿Quiénes somos los colombianos?
(Fragmento)
Por: Wendy Ximena Cuero [5]
Somos una mezcla de  colores, sabores, olores, ritmos y sonidos. Un grupo de personas que ama la tierra y el andar, que lucha y ambiciona un mejor futuro, que sueña y palpita PAZ. Si, ¡somos colombianos! Campesinos, negros, blancos, mestizos e indígenas; una sociedad que quizás no es perfecta pero que hoy persiste y quiere despertar, luchar y soñar que se puede cambiar. Porque un colombiano es echado pa’lante,  un trabajador que se esfuerza por ser mejor y salir adelante, que no se enfrasca en su pasado, que no le teme a nueva a ventura. Porque un colombiano, ¡no ve pa’ atrás ni para coger  impulso, papa!


[1] Profesor de tiempo completo. Departamento de Humanidades. Universidad Cooperativa de Colombia, sede Cali, Valle del Cauca. Email: hugo.hurtadov@campusucc.edu.co
[2] Ingeniería de Sistemas, Psicología, Administración, Contaduría y Derecho
[3] Estudiantes de II semestre de Contaduría Pública de la Facultad de Ciencias Administrativas de la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Cali.
[4] Estudiante de cuarto semestre de ingeniería de Sistemas. Universidad Cooperativa de Colombia, sede Cali. Email: leidy.bateg@campusucc.edu.co

[5] Estudiante de 2do semestre de Psicología. Universidad Cooperativa de Colombia. Sede Cali. wexicues@hotmail.com

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