¿Para qué escribir en la Universidad?

Diploma de lectura crítica
Relatoría

Sobre nuestro  papel como sistematizadores del conocimiento mediante el acto de la escritura y sobre el porqué de la escasa práctica de la escritura en los ámbitos escolares


Por Hugo Hurtado Valencia[1]



El título largo al que alude este texto sugiere que cuando se sistematiza el conocimiento se desempeña un rol, una función para la que debe preparar la escuela. Esta es, producir conocimiento y aprender a partir de procesos, en este caso, escritos. La escuela debe enseñar a escribir pues quien escribe, depura, aclara, organiza, sintetiza, compara, pone en tela de juicio o amplía el significado de lo leído; es decir, potencia su capacidad de aprender. La escuela, sin embargo, no cumple adecuadamente esta función debido principalmente a  dos elementos. Primero, el predominio de una concepción técnica y lineal de la escritura que sigue centrando la misma, en la enseñanza de las normas gramaticales, sin conexión con el contexto y las formas de uso de la escritura, en situaciones concretas de comunicación. Segundo, deficiencias de los mismos maestros en sus propios procesos de escritura que impactan directamente la enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes. En lo que sigue, se aborda esta discusión y se consideran en su desarrollo tres interrogantes: a) ¿cuál es mi rol cuando sistematizo conocimiento, mediante el acto de escribir? b)  En ¿qué consiste la escritura como proceso cognitivo? y c)  ¿cómo mejorar las prácticas de escritura en la Universidad?

a)      ¿Cuál es mi rol cuando sistematizo conocimiento, mediante el acto de escribir?

Con respecto al primer interrogante, cuando se sistematiza conocimiento se desarrollan funciones básicas implicadas en este trabajo: leer y escribir. En este sentido, la práctica de la escritura no se desliga de la lectura, ni de los propósitos de aprendizaje. Leer requiere el tiempo necesario para cumplir esta tarea, vencer obstáculos motivacionales, prever los objetivos de aprendizaje, tomar notas y hacer, en general, esfuerzos cognitivos para construir significado. En el contexto de las comunidades académicas esta construcción de significado integra también espacios de socialización e intercambio de ideas que posibilitan a su vez ampliar la comprensión de lo leído. Regularmente, uno de los objetivos que se traza quién lee para escribir, es identificar los principales planteamientos de los autores, las categorías de análisis, los conceptos, procesos y relaciones. Otro foco de atención en la construcción de este proceso de significación lo constituye el contexto, los autores que apoyan el discurso y la intención o propósito del texto. En general esta primera tarea, la de leer involucra complejas operaciones del pensamiento y la disposición de quién se enfrenta a la lectura para conquistar el significado. Aspecto último que involucra a quién escribe y a quién lee con sus objetivos e intereses de comunicación y aprendizaje.     

Complementariamente, los procesos de lectura fortalecen los de escritura. Quien construye adecuadamente el significado de lo leído, dispone de un reservorio cultural mayor para escribir. Como ocurre con la lectura, la escritura implica también la disposición de la estructura motivacional para desarrollar esta labor. En mi experiencia, la motivación ayuda a vencer los obstáculos propios de la escritura, contribuye a definir los objetivos, delinear el plan y aislar los distractores internos y externos. Haciendo referencia a los primeros, sincronizar pensamiento y acción es, tal vez, una de las tareas más difíciles. Requiere concentración, conocimiento previo de la ruta que tentativamente debe seguir la escritura y por supuesto, técnica.  Poco a poco, el ejercicio de escribir conlleva a perfeccionar la técnica y las distintas estrategias o formas que asume el discurso para comunicar. Cada escritor descubre así mismo sus propias estrategias de escritura y estas permanentemente cambian. Escribir no es pues una acción lineal sino que, al contrario, involucra complejas operaciones del pensamiento y distintas tareas que sólo logran articularse en función de los objetivos de escritura, del género discursivo elegido y la predicción de la audiencia. En este último aspecto, el escritor consciente o inconscientemente asume un rol, una forma, un cierto tipo de imagen por la que quiere ser reconocido cuando la audiencia aborde su texto. Para el caso, al momento de estar sistematizando estas notas, asumo mi rol como de estudiante, como aprendiz de escritor.

b)  En ¿qué consiste la escritura como proceso cognitivo?

Expuestos los anteriores aspectos se aborda en lo que sigue, la concepción de la escritura como proceso cognitivo. Consistente con las reflexiones presentadas arriba, Ramos (2009) propone “pensar la escritura no como una técnica sino como una actividad cognitiva y afectiva compleja” (p55). Citando a Flower y Hayes (1991, 1996), el autor afirma que: 

“la escritura es un proceso cognitivo constructivo que exige al escritor seleccionar, organizar y relacionar la información para construir (o reconstruir) nuevos significados en una operación que podríamos calificar como una ardua negociación5 entre las diferentes fuerzas (los objetivos, las expectativas, el lenguaje disponible, el conocimiento del tema y del discurso...) que entran en conflicto y condicionan, de alguna manera, el proceso global de escritura. La continua búsqueda de sentido y significado a lo que se quiere expresar por escrito empuja al escritor a implicarse en un proceso interno (lleno de dudas e incertidumbres, búsqueda de nuevas informaciones, correcciones, revisiones, reescritura) en el que nuestras ideas y concepciones se enriquecen, se organizan y se reestructuran para adquirir un mayor grado de complejidad”. (Flower y Hayes 1991, 1996, citados por Ramos, 2009)

Se escribe, afirma Ramos (2009) para “generar conocimiento crítico sobre una materia, para desarrollar el pensamiento lógico y, en general, para favorecer los procesos de aprendizaje”. Así mismo, refiriéndose a la actividad afectiva, argumenta: “la escritura empuja a expresar por escrito los fantasmas, las angustias y las reflexiones sobre la vida, la sociedad y el ser humano como es el caso de los escritores y poetas” (p56).

Ramos (2009) pone de manifiesto que la escuela “ignora el carácter cognitivo, comunicativo y recursivo de la escritura” y continua enseñándola desde una concepción técnica; alejada, además, del contexto y las  situaciones reales de comunicación. Por ello, propone que se enseñe a escribir escribiendo, que se aprenda el uso de la escritura y los distintos tipos de texto en situaciones comunicativas reales y significativas, se adopte una estrategia de enseñanza que combine teoría y práctica, se dé lugar a una evaluación formativa y participativa; y sobre todo, se tome  conciencia con los estudiantes de que escribir no es algo fácil sino que involucra procesos cognitivos complejos.   

En la misma dirección Flower y Hayes (sf) presentan una teoría de los procesos cognitivos que participan en la escritura. A partir de sus investigaciones, los autores identifican tres aspectos de estos procesos cognitivos, que participan de la escritura: el ambiente de trabajo, la memoria a largo plazo del escritor y los procesos formales de escritura.

En cuanto el ambiente de trabajo, el escritor se enfrenta a la necesidad de definir el tema, la audiencia a quién le escribe y al constante ejercicio de revisar, corregir y reorientar en función de los objetivos, lo que escribe. El problema retórico, es decir el qué, el a quiénes y con qué propósitos se escribe afecta el desempeño del escritor porque determina y limita sus acciones.

Por otra parte, en el ejercicio de escribir la memoria a corto plazo – como capacidad de procesamiento activo y de atención consciente que pone en juego el escritor- interacciona con la memoria a largo plazo (reservorio de conocimientos previos). Como esta memoria tiene su propia lógica de organización, señalan los autores que “el reto es encontrar la clave que permita recuperar la red de conocimientos útiles. Y reorganizar o adaptar la información para satisfacer las exigencias de escritura que el autor se ha planteado”.

En cuanto a los procesos formales de escritura Flower y Hayes (sf) destacan la planificación, la traducción y la evaluación. La planificación, resaltan, consiste no sólo en concebir las ideas, sino que incluye recuperar información relevante desde la memoria a largo plazo. Los autores, argumentan que a veces la información está organizada, otras veces es fragmentaria, por lo tanto los procesos de organización ayudan al escritor a dar sentido, a identificar categorías e ideas subordinadas. Igualmente, la organización se ocupa de ideas centrales como la presentación y ordenamiento del texto. Un punto importante de la planificación es que la misma depende de los objetivos del escritor, de lo que persigue con el escrito y la forma como quiere comunicarlo.

Los objetivos de escritura determinan la organización textual, pero también aclaran los autores, no son de ninguna manera estáticos. Al contrario estos objetivos, se revisan permanentemente a todo lo largo de la composición e inciden sobre el contenido y la nuevas ideas. Hay de acuerdo con Flower y Hayes objetivos de proceso y de contenido. Los primeros “son instrucciones que los mismos escritores se dan para llevar a cabo el proceso de redacción”. Los segundos “especifican todo lo que el autor quiere decir o hacer con la audiencia”.  La diferencia entre los buenos y los malos escritores finalizan los autores, está en la cantidad y calidad del rango medio de los objetivos propuestos.

En conclusión si como bien lo ha expresado Díaz (sf) “un texto escrito se concibe con un propósito comunicativo específico, tiene un sentido completo, unidad, coherencia y  cohesión”, esas características no se alcanzan sino a partir de procesos de escritura en los que participan procesos cognitivos complejos.

c)  ¿Cómo mejorar las prácticas de escritura en la Universidad?
Por último, asumiéndonos en la escritura de esta relatoría como aprendices de escritura, pero también de profesores, el siguiente apartado pretende responder a la pregunta: ¿cómo pueden en la universidad mejorarse estas prácticas? Comparto con Anna Camp (sf) su modelo de siete principios que a continuación me atrevo a comentar desde la perspectiva de profesor universitario.  

1.       Crear un entorno que integre la escritura en las actividades habituales en la escuela y diversificar las situaciones de escritura.

La escritura no debe restringirse a las actividades del aula, ni a la relación profesor-estudiante, la escritura debe abarcar también otros espacios de la escena institucional y pública. Los profesores deben investigar y enseñar a sus estudiantes el uso de los distintos tipos de texto en diversas situaciones comunicativas. La escritura debe ser así una política institucional y una cultura que impacte positivamente a los estudiantes y al entorno.

2.       Establecer un doble objetivo de las actividades de enseñanza de la escritura: un objetivo discursivo y un objetivo específico de aprendizaje

“Escribir es necesario, pero no suficiente para aprender a escribir textos complejos”. Se requiere la teoría y la práctica. Los profesores estamos en la obligación de establecer un programa de formación que involucre la enseñanza de los distintos tipos de texto, en diversas situaciones comunicativas fundamentando la escritura desde la teoría, organizada gradualmente y la práctica.


3.       Plantear tareas de escritura progresivamente complejas que permitan a los alumnos avanzar en el dominio de los géneros textuales formales.

En este ítem Anna Camp (sf) plantea la cuestión de cómo secuenciar la enseñanza. Trabajar en un curso, narración, en otro, descripción, argumentación, explicación, etc., o bien trabajar de forma cíclica de manera que a diferentes niveles de la escolaridad se aborden géneros narrativos, argumentativos, expositivos, descriptivos. La autora se inclina por enseñar en un sólo curso varios tipos de texto, con diferentes niveles de complejidad, no aplazando con los estudiantes esta tarea. Al respecto nuestra práctica se ha venido orientado en función de la primera propuesta, pero la práctica también ha venido mostrando que no es bueno dedicar un curso a la exposición, otro a la narración, otro a la argumentación. Sino que al contrario, deben trabajarse todos los tipos de texto, en todos los cursos, con distintos niveles de complejidad.

4. Tener en cuenta que escribir es un proceso y hacer conscientes de ello a los estudiantes.

En esto estamos de acuerdo con la autora, la imagen de que la escritura es fácil también ha conllevado a que los estudiantes no le dediquen el tiempo necesario a su perfeccionamiento.

5.       Hablar para escribir

En mi caso realizo seguimiento a la escritura, permito la socialización de los escritos y sus ajustes. En otras oportunidades antes de escribir doy paso a la oralidad como una condición para aclarar el tema, identificar y procesar las ideas y escribir. La socialización también permite evaluar por parte de los mismos estudiantes, la forma y el contenido de los escritos.

6.       Leer para escribir, escribir para leer

La escritura como lo he anotado al principio, no puede desligarse de la lectura. Regularmente se escribe teniendo como referencia los textos que se leen.  


7.       Guiar al alumno: un proceso de evaluación formativa
Este proceso se desarrolla antes, durante y después de la escritura del texto. 

Conclusiones

Concebida la escritura como un proceso cognitivo, fundamental para producir conocimiento y aprender, se apertura un campo de investigación e indagación que permite a los maestros preguntarse por las situaciones comunicativas concretas a las que se enfrentan los estudiantes y pensar y diseñar distintas estrategias teóricas y prácticas dirigidas a su apropiación. El no trabajar desde la universidad suficientemente los procesos de escritura es negarle a los estudiantes, la posibilidad de generar conocimiento y aprender.


Bibliografía

Flower, L. y Hayes, J. (Sin año). Los procesos de  lectura y escritura. Recuperado de http://isfd87.bue.infd.edu.ar/sitio/upload/Flowers_y_Hayes.pdf


Camps, A. (Sin año). Siete principios en que basar la enseñanza de la escritura en Primaria y Secundaria. Recuperado de http://leer.es/documents/235507/242734/art_prof_ep_eso_sieteprincipios_annacamps.pdf/bfe454a5-3e65-4f1b-9470-bd78c5bf68d9


[1] Licenciado en educación popular. Magister en sociología. Universidad del Valle. Profesor del departamento de Humanidades. Universidad Cooperativa de Colombia. Sede Cali. Correo: hugo.hurtadov@campusucc.edu.co

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